La necesidad de ser útil es un impulso psicológico que surge de nuestro deseo de ser valorados y aceptados por los demás. Para muchas personas, la sensación de ser útil y tener un propósito en la vida está intrínsecamente ligada a su sentido de identidad y autoestima.
No sé hasta qué punto tienen que ver estas emociones con lo que sienten las mareas de voluntarios y voluntarias que desde el pasado 30 de octubre están acudieron a los pueblos afectados por la Dana a contribuir de alguna manera con su esfuerzo a sobrellevar la inmensa tragedia que ha ocurrido.
El hecho de que haya pasado tan cerca, a “gente como nosotros” vecinos y vecinas nuestros, que haya sido con tan graves consecuencias, sobre todos las muertes, nos hace empatizar mucho con esta situación. Es fácil imaginarse el shock que puede significar simplemente el las pérdidas de los mecanismos establecidos por nuestra sociedad para desarrollar nuestra vida cotidiana; colegios, comercios, talleres, transporte, agua potable que sale del grifo directamente… todo lo ocurrido nos ha hecho removernos mucho.
Dos personas muy jóvenes que conozco me dijeron el fin de semana pasado que se iban a ayudar. Les comenté que no sería necesario que iba a ir mucha gente además del personal especializado como policías, ejército, protección civil y otras entidades que ya trabajaban en la zona. Insistían y les comenté que desde la misma Valencia irían muchos como ellos. No les convencí y textualmente me dijeron que “necesitaban ir y sentirse útiles en esta desgracia”.
Y se fueron y ayudaron. Estos días estamos viendo como diferentes organizaciones no gubernamentales están intentando canalizar toda esa ayuda individual pero hay mucha gente que se resiste, por ejemplo a dar directamente dinero. Lo entiendo porque hemos visto en varias ocasiones como este dinero no estaba siendo utilizado para los fines que creían los donantes.
También es verdad que un triste bizzum no es capaz de llenar ese sentimiento de desasosiego que nos impulsa a ser útiles de alguna manera.
Y esas emociones me han llevado a pensar que ser solidarios o ayudar a los demás tiene siempre un punto de egoísmo personal. Inconsciente casi siempre, pero al final lo hacemos por los demás pero también por nosotros. En este caso y en muchos otros más cotidianos.
Al final yo creo que como sociedad es muy bueno que en catástrofes así se muevan estas iniciativas de ayuda, pero también es necesario analizar cada uno en su situación, con sus talentos y sus herramientas, cómo puede también contribuir. Los medios de comunicación y el periodismo que está más acostumbrado a estas cosas tiene muy estudiado por ejemplo su función en conflictos armados o en tragedias de este tipo: Informar con extremado rigor y combatir bulos.
Los influencers con millones de seguidores no son periodistas pero también pueden ser muy útiles. Habría que analizar bien para qué y cómo pueden ayudar pero seguro que encontramos la manera. Muchos perfiles de internet están revelándose en situaciones delicadas como “necesarios”. He visto estos días a geólogos explicando y haciendo pedagogía de lo ocurrido, meteorólogos explicando por qué se producen estos fenómenos y por qué es tan difícil prever con cierta anticipación… Ahora hay una campaña que se llama “adopta un comercio” y personas con millones de seguidores están directamente ayudando a pequeños comercios… hay fórmulas, se puede. Pero para ello hay que dejarse atrás el “turismo de catástrofes” el espectáculo, el engagement y el protagonismo. Y si no saben o no se aclaran, calladitos también hacen bien.
Todo esto que ha ocurrido debería servir para algo. Para coordinar mejor las emergencias, pero también para entender el concepto de ayuda y evitar aquello tan bonito de los primeros días de “El pueblo salva al pueblo”, que es precioso y que pasó, pero no debería ser así.
Debería haber un sistema que sea capaz de organizar esa ansia de ayuda para canalizarla hacia donde hace falta y que funcione fuera del circuito oficial que trabaja en otros aspectos pero sin molestar.
Me temo que la ayuda o la micro ayuda de voluntarios como mis conocidos hará falta mucho tiempo más. Dar un paseo cogiendo del brazo a una anciana para salir por primera vez a la calle tras diez días encerrada en su casa es un gesto que ayuda a la anciana y al que lo hace. Ir a comprar calcetines con los ahorrillos y llevárselos a los que no paran de limpiar locales y casas lo mismo. Sencillo, simple, sin golpes en el pecho ni clicks.
Un gesto así no salva el mundo pero esa empatía genera buenos sentimientos y personas con valores.