Asun Noales está de enhorabuena después de que su compañía Otra Danza se haya alzado con tres galardones en la última edición de los Premios Max a propósito de La Mort i la Donzella, una producción de la Generalitat Valenciana a través del Instituto Valenciano de Cultura: mejor espectáculo de danza; mejor coreografía; y mejor diseño de iluminacion (Juanjo Llorens). Otra Danza es una compañía residente del Centro Cultural L’Escorxador de Elche en cuyas instalaciones ensaya sus montajes. Asun no está de enhorabuena: está que se sale, como si hubiera subido al Everest, según le susurra a Cristina Martínez. No es para menos.
La Mort, inspirada en una pieza de Franz Shubert (la misma que inspiró a Roman Polanski), es una de las apuestas más arriesgadas de Noales: yo así lo percibí al menos en su estreno, hace un año en el Gran Teatro de Elche. Noales se desmelenaba, lo mismo que ya se había desmelenado con Rito,en compañía de Sebastián Rowinsky (grande) y de la artista Susana Guerrero (grande), estrenando la pieza en el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante hace cinco años. Se ha desmelenado varias veces más, sola y en compañía (con Gustavo Ramírez Sansano, por ejemplo): con coreografías rotundas e innovadoras. Y se ha arriesgado bastante, como cuando aceptó el encargo de coreografiar y poner en escena La Consagración de la Primavera, de Stravinsky, con la Joven Orquesta de la Generalitat Valenciana en el Palau Altea. A semejante miura no se atreve cualquiera. Y le salió bien. Todo esto lo tengo medio escrito por ahí.
Pero no he venido aquí a hablar (escribir) del libro de Asun, sino de Asun misma, que es una mujer, una persona de armas tomar: detallista, perfeccionista, hiperactiva, y que ha consagrado buena parte de su vida a la danza contemporánea, sembrando filias y también alguna que otra fobia (sobre todo de gente envidiosa). Asun es muy empática por fuera y poliédrica por dentro, poliédrica quiere decir que tiene mucho coraje y mucho genio; e ingenio. Los envidiosos jamás de los jamases podrán reprocharle la amplitud de miras, también la generosidad, de haber consolidado ese gran escaparate de exhibición de cultura contemporánea que es Abril en Danzad onde año tras año (ya van diez) nos trae lo mejor: y todo ello por un módico precio que es el que aportan conjuntamente los ayuntamientos de Elche y Alicante, una muestra de racaneo hacia la Cultura (mayúscula).
Yo a veces alucino con ella: se conoce hasta el último mono de todo lo que se mueve en España y parte del extranjero. No sé si es que tiene memoria de elefante, que sí que la tiene, o si es que combina dicha memoria con pasión desenfrenada. ¿Te acuerdas Asun de aquel chico que intervino en L’Escorxador hace mil años con una performance audiovisual, muy experimental, y con base flamenca? Dos segundos, “Sí, Dani Hernández”. ¿Y los dos chicos del dueto en El Secadero de Las Cigarreras? Medio Segundo: “Full time-Fabián Thome”. Jo. Asun Noales es como un chutazo de ginseng contra la apatía. Ginseng, cafeína, red bull y carajillo matutino.
Hay otra cosa que le dijo a Cristina Martínez, al autocalificarsede artista periférica. Bueno… y algunos la adjetivizan de artista ilicitana, cosa que llevo bastante mal, tan mal como los que hablan de cultura ilicitana o de cultura alicantina, o de cultura valenciana: ¡ay¡ La cultura tiene escasos adjetivos: buena, buenísima, regulera, y mala (después de la mala está la peor). Gauguin se refugió en Tahití para advertirnos de la existencia de paraísos perdidos: de una estética alternativa. ¿Fue un artista periférico? No. Fue un artista sin aditivos y sin colorantes. Asun no está refugiada en Elche; ni en Tahití. Puede que haya una periferia conceptual en tanto en cuanto lo que se hace en Madrid suele copar.
No me duelen prendas en admitir que la Conselleria de Cultura dirigida por Vicent Marzà, con Raquel Tamarit de intendente, y con Alicia Garijo de consulesa en Alicante, viene haciendo un esfuerzo importante en la promoción y producción de las artes escénicas, la música, las artes plásticas; ya lo deslizó en este mismo periódico, hace nada, Miquel González… es como cuando Carmen Alborch, previo paso de Tomás Llorens , puso a València en el mapa nacional de la cultura a través del IVAM, un gran exhibidor y tenedor de producción autóctona, sí, pero también nacional e internacional. El IVAM nació fundamentalmente cosmopolita. Y resulta hasta tautológico recordar que la cultura (la buena) es básicamente cosmopolita. Amén.
Digo esto por los ríos de tinta que se escriben estos días acerca de cómo debe ser la programación del Teatro Principal y quién debe de ser el propietario: un asunto que ya me aburre, más cuando leo exaltaciones patrióticas de la cultura alicantina, incluido a algún que otro medio analfabeto funcional, o cuando leo y escucho prevenciones exóticas sobre lo que realmente quiere la Generalitat (Marzà): catalanizarnos con la cultura a través de Stravinsky, y de Franz Schubert . Y como si Marzà fuera a estar toda la vida de conseller de Cultura.
O como si toda la cultura en la Comunidad Valenciana empezara y acabara en Toni Miró (agasajado ahora en su ciudad, Alcoy) que sí que es panca. Pero, además de panca, es artista. O al revés: además de artista, es panca.El Partido Popular, por cierto, le montó ( a Miró) una antológica en el IVAM en 2012, con patrocinio de Bancaja. El presidente de la Generalitat era Francisco Camps y la consellera de Cultura María José Catalá. Y la directora del IVAM era Consuelo Ciscar (condenada por trapicheo; otra historia). No somos nadie.