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Studio B de Bernardo Calvo

Así se ha gestado el primer LP de La Plata junto al productor Carlos Hernández

Una semana metidos en el motor de un gran disco. Contamos cómo ha sido la convivencia entre el joven grupo valenciano y el reputado productor madrileño en el Studio B de Madrid

7/09/2017 - 

VALÈNCIA. En el cajón mental de las aspiraciones de cualquier banda está alojada la imagen idílica del grupo de músicos que se retira al campo para meterse hasta el tuétano en la confección del disco que podría cambiar sus vidas (y las de los demás). El concepto viene de lejos, y se ha prolongado hasta el siglo XXI, con ejemplos paradigmáticos como el los estudios Rancho de La Luna, situados en el Parque Nacional de Joshua Tree, tierra madre del stoner rock. Allí bandas como Kyuss o Queens of the Stone Age  dieron forma a álbumes perfectamente imbuidos del espíritu del desierto californiano. Sin irnos tan lejos, tenemos a mano el ejemplo de los míticos estudios de Paco Loco en el Puerto de Santa María, en la provincia de Cádiz, donde han grabado recientemente los valencianos Gener y Cuello. Aparte de la reputación que le precede, uno de los grandes alicientes de contratar los servicios de Paco Loco es la posibilidad de convivir con el productor en un entorno creativamente vigorizante: ¿Grabar, dormir y comer en un chalet con piscina en la costa andaluza? Beat that!, como diría un yanqui. 

Con todo, nunca debemos infravalorar el poder revulsivo del hormigón y la ausencia de comodidades. Lo recordamos durante nuestra visita al madrileño Studio B de Bernardo Calvo, ubicado en un complejo de oficinas del municipio de extrarradio Rivas Vaciamadrid. Es el estudio donde la banda valenciana La Plata “acampó” literalmente durante la última semana de agosto con el objetivo de esculpir el que puede convertirse en uno de los próximos pelotazos discográficos de la escena independiente nacional. 

 A un lado, un grupo joven, trabajador, pero con las inseguridades y los nervios propios de un primer disco. Al otro, un productor de renombre, bregado en todo tipo de batallas sonoras. Carlos Hernández es conocido, en su doble faceta de productor y técnico de sonido, por su impecable trabajo de capas y texturas para bandas como Los Planetas, Triángulo de Amor Bizarro o Disco Las Palmeras!. Aunque en su currículum como ingeniero de sonido y productor también figuran cabezas visibles del mainstream como Pereza, Joaquín Sabina, Ariel Riot o Enrique Bunbury ¿Qué hace un tipo así grabando el primer LP de cinco chicos que hasta hace unos meses no habían salido del más absoluto underground?

“Para mí trabajar en esto siempre ha sido muy vocacional –justifica Hernández-. Por eso, para poder trabajar con grupos que me llenen, muchas veces tengo que ajustar mucho el presupuesto. La verdad es que prefiero grabar a diez grupos como La Plata antes que meterme en un jardín musical que no entiendo”. 

Esta no es en todo caso la primera vez que el productor madrileño pone sus artes al servicio de la banda. El EP de debut publicado por el sello Sonido Muchacho en marzo de 2016 ya tenía con el sello de Hernández. La grabación que se había realizado previamente en el estudio de Dani Cardona en València fue la carta que jugó Luis Fernández [propietario del sello] para convencer al productor de que les echara una mano con la mezcla y la masterización (y que lo hiciese a precio de saldo). “Aluciné desde la primera escucha –recuerda Hernández-. Las canciones funcionaban como un tiro. Lo que más me llamó la atención es su capacidad para lograr esa energía tan punk y cruda con guitarras limpias, en lugar de recurrir a la distorsión, como hace todo el mundo”. 

La convivencia

Finales de agosto. Madrid. En el exterior del edificio de arquitectura gris que da cobijo al estudio, 38 grados de temperatura y un horizonte de residencias, con un centro comercial como única alternativa de “recreo”. En el interior, cinco personas a repartir entre una cama y dos sofás. Improvisado en el suelo, un catre construido con almohadones que le cae en turno al miembro del grupo que no tiene que grabar a primera hora del día siguiente. Así son los comienzos. Sin presupuesto para hoteles, ni ganas de perderse en quejas superfluas. Sus pensamientos están totalmente copados por la determinación de grabar un disco memorable. Las expectativas personales depositadas en ello son muy altas. De la de los demás prefieren no hablar demasiado.

“Siempre se dice que lo ideal es irte a grabar a una cabaña perdida en la naturaleza, pero nosotros somos gente de ciudad a muerte, así que esta experiencia ha sido perfecta para nosotros –comenta María Gea, bajista- . Todo cuenta, incluso dormir mal y hablarlo al levantarte. Me he dado cuenta de que la convivencia y el aislamiento son muy importantes para el proceso creativo que se da durante la grabación. Es una manera de no desperdiciar nada de energía”.

 

La grabación de un disco no termina tras las diez horas de trabajo programadas. A éstas les suceden periodos de descanso que se aprovechan para rematar detalles: qué parte se puede mejorar; qué canción ha de quedarse fuera del LP; si conviene o no arriesgarse a cambiar el teclado habitual que utiliza la banda (la impronta de su sonido 80’s), por ese sofisticado teclado Nord Lead 3 que acaban de llevarles al estudio. 

Cuando el presupuesto va justo, los tiempos aprietan, así que mientras Patricia Ferragud (teclados) finiquita su parte con Carlos en la planta de arriba, Salva Frasquet (guitarra) y Miguel Carmona (batería) preparan la comida; Diego Escriche (cantante y guitarra) aprovecha para salir al patio exterior a ultimar las estrofas de una canción, y María aprovecha para sentarse en la mesa del comedor junto al diseñador de origen ucraniano Ostap Yashchuk para darle vueltas al arte gráfico del disco. En medio del caos aparente de papeles, instrumentos, amplificadores y cables, ellos funcionan como una máquina bien engrasada.

 “Nuestra idea es continuar la idea del logo que diseñó Ostap para la banda. Es decir, buscamos una imagen con identidad propia, que no se asociaría nunca a una banda de pop (aunque nos suelan catalogar así). No somos un grupo de género”, aclara María Gea sin apartar la mirada de la hoja sobre la que hace probaturas a pluma.  “Hemos cogido las flores como base, pero después han evolucionado hasta convertirse en símbolos, para que estén abiertas a distintas interpretaciones. La parte gráfica de un disco no tiene por qué ser el reflejo de su música, me parece más interesante huir de obviedades y que sugiera su personalidad de forma más integral”, corrobora Ostap. Es efectivamente la misma intención que anida tras el enigmático logo de la banda, situado a medio camino entre un emblema bakala y un tribal noventero. Desde luego, nada que recuerde a una banda de pop-punk con querencias ochenteras. 

 

Siete nuevos temas + 3

El nuevo disco, que verá la luz entre enero y febrero de 2018, tiene ya un título provisional: [Uno].  Estará compuesto por siete canciones nuevas, además de las tres que ya integraban el EP: “Esta ciudad”, “La Luz” y “Un Atasco”, tema este último que sonará más próximo a esa primera versión interpretada y grabada a solas por Diego en su habitación; la versión que disparó las ofertas de diferentes sellos, promotores de conciertos y representantes de artistas.  “No hemos tenido golpe de suerte –defiende Diego-, lo que ha ocurrido con nosotros es que cada componente del grupo se ha escogido de forma muy estricta. Todo está muy pensado desde el principio y es fruto de muchas horas de trabajo”.

Entre los cortes nuevos, algunos claros candidatos a éxito de masas, como “Tu cama” o “Desde Lejos”. “Nuestro local de ensayo es muy pequeño y hasta ahora la mayoría de las salas en las que hemos tocado tenían un sonido muy malo, por eso todos nos hemos sorprendido al grabar los temas nuevos. Había muchas partes que tocaban los demás que no habíamos escuchado nunca realmente. La grabación, entre otras cosas, nos ha servido para poner la banda en orden en nuestras cabezas”, apunta Salva. “Creo que la lucha más gorda la hemos tenido con el sonido, porque nos movemos en una fina línea entre lo melancólico y lo cañero, y cualquier guitarra que en principio puede gustarnos, en realidad puede convertirnos en algo distinto a lo que somos”, añade Diego.

 La Plata no oculta que la perspectiva de trabajar con Carlos Hernández en persona les inquietaba. Alguno que otro ha tenido pesadillas durante los días previos a viajar a Madrid. “Pensábamos que iba a ser muy exigente, pero hemos estado muy a gusto porque sabe decir las cosas a la cara, pero con gracia, sin ofenderte”, apunta Diego.

“Grabar un primer disco es siempre muy estresante –concede el productor-, y ellos venían un poco nerviosos. Me recordaban al típico amigo empollón que sale de un examen lamentando que le ha salido fatal, y luego saca un sobresaliente (ríe). Algunos grupos jóvenes con los que he trabajado te llegan con las canciones cogidas con pinzas, pero ellos han llegado con los arreglos muy trabajados en el local de ensayo. Tienen las ideas muy, muy claras, y tocan increíblemente bien, así que creo que mi principal acierto con este disco es haber preservado su espíritu y frescura. Hacer inventos por mi parte hubiera sido un error. Ya tendrán tiempo para darle vueltas a su sonido cuando graben un segundo o un tercero”.

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