Siempre digo que no es lo mismo el poder que la influencia. De hecho, lo escribí en mi anterior artículo haciendo referencia a la distinción entre los CEO’s al uso y los líderes que inspiran al resto a seguir al pie de la letra sus mandatos. En ocasiones, esa potestad fáctica es fruto del aura carismática del cabecilla, y otras, es consecuencia de las prebendas que éste ha ofrecido a terceros.
Para mi asombro, una serie de afiliados de Ciudadanos en Elche se quejaron del batiburrillo que montó la Secretaría de Organización al cambiar el horario de una Asamblea en varias ocasiones. En el momento en el que en teoría se debía celebrar dicha reunión, la concejal de Cs en Elche posaba animosamente junto al ex mandamás de la formación naranja en un acto en el cual distinguían su trayectoria. Personaje que se está encargando de destrozar su antiguo partido desde dentro bajo las órdenes de Fran Hervías. No pude contener mi incredulidad al percatarme del compadreo de los actuales cargos orgánicos y públicos con el verdugo que está segando con la guadaña el alma de Ciudadanos.
Llevaba ya tiempo sospechando que en los entresijos naranjas nadie se fía de nadie, y que paradójicamente, los mismos que desean ver el partido absorbido por la indiferencia política son los que controlan el timón orgánico en la Comunidad Valenciana desde la sombra a través de los peones que tanto enseña Iván Redondo. Tenía mis recelos porque pese a que avisé a algunos gerifaltes de la formación de los riesgos de contar con ciertas figuras en cargos orgánicos, no se produjo ningún cese y continuaba viendo a los sospechosos haciéndose fotos con las celebridades que pasaban por ahí. Pese a que enseñé algunos retweets y compadreos con diputados trásfugas, acogieron mi mensaje, pero nada pasó.
Avisé de lo que he relatado al principio a Edmundo Bal con un SMS, le advertí de que el mismo que quería ver defenestradas las posibilidades electorales de Ciudadanos manejaba a su antojo los entresijos orgánicos del partido en Valencia. Cuatro días después de mi mensaje, Inés Arrimadas apareció en Alicante, –ignoro si precipitado por mi aviso a Bal–, y nada menos lejos que poner los puntos sobre las íes, se pasea con Carlos Mazón haciéndose fotos con él. Codeándose con el íntimo amigo del que quiere verla muerta, Teodoro. Surrealista. Quizá tenga que ver con la OPA hostil voluntaria del PP a su partido. Ese encuentro no fue más que un mero trámite en comparación con la reunión secreta entre Inés Arrimadas y Pablo Casado que desveló Europa Press. Quizá haya asumido su harakiri y ahora se encuentre buscando acomodo en Génova o simplemente, dejando morir el proyecto pese a la esperanza de muchos afiliados.
Si esto es así, si la Organización del partido es la primera que está escribiendo la esquela del proyecto con erráticas campañas y decisiones cuestionables, Ciudadanos necesita que un liderazgo nazca entre el caos y doblegue a la propia estructura de la formación. Algo así como ha hecho Isabel Díaz Ayuso en el PP, dejando descolocados a un Casado que anda tan perdido que ha terminado en una misa en honor a Franco y a Egea a punto de atragantarse con un hueso de aceitunas que antes presumía lanzar. En serio, fuera bromas, la única forma de que Cs sobreviva es que alguna cabeza salga y devuelva la ilusión a los militantes y consiga doblegar no solo a la estructura de las siglas sino también al organigrama caciquil conformado por PP y PSOE. El ejemplo más claro, Emmanuel Macron, el actual presidente de la República francesa entró al Elíseo sin partido, a través de una plataforma, y aupado por su carisma arrollador. Venció a los viejos partidos dejándoles en la inopia existencial.
No sabemos si Ciudadanos está autosaboteándose o simplemente la obsolescencia programada ha llegado a su estructura. A lo mejor nunca lo sabremos, pero sí es evidente que nadie ahí dentro está haciendo lo que tiene que hacer para no sólo sobrevivir, sino ganar.