Cunde el desánimo en Ciudadanos. Si no en todo, si al menos en una parte: saben que su futuro tienen los días contados como marca electoral. El acuerdo en el País Vasco, que ha hecho saltar por los aires a Alfonso Alonso, es una prueba de la fuerza de la partitocracia. No por el PP, que lo ha hecho en otras épocas, como el PSOE en su momento. Las direcciones de los partidos convencionales (o surgidos de esta estirpe) no preguntan, o si preguntan, también acaban aplicando el rodillo. Muy difícilmente una decisión suya acaba siendo corregida. Sólo con el tiempo, y desgraciadamente después de quemar a varios candidatos.
No quiero con este ejemplo defender de la coalición PP-Cs sea una decisión acertada. Creo que hay dos consideraciones que comparte un mayor número de gente: si el PP quiere volver a ser alternativa de Gobierno, debe evitar, de nuevo, la fragmentación del centro-derecha en tres marcas, y que dos más dos en política no son cuatro. Hay muchos, y recientes ejemplos de ello.
Aquí la sensación es otra, y esa la que padece el militante o simpatizante de base de Ciudadanos: y es que parece que el futuro de la organización está escrito, y ese sólo pasa por entregarse a los brazos del PP, dejando atrás muchos hitos logrados por la propia formación naranja que parecen haberse esfumado de la noche a la mañana.
Hay dos ejemplos palmarios. Uno, a nivel nacional, que es la revelación del www.diario.es de Andrés Betancor, que compatibilizó su puesto de miembro de la Junta Electoral Central con el de asesor de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados. Y otro, el silencio que la formación ha guardado con la transferencia de fondos del grupo popular en la Diputación de Alicante para la dirección del PP, y en algunos casos para pagar mítines electorales, denunciada esta semana por el grupo Compromís. No es necesario en este caso que se suban a los lomos del portavoz valencianista, Gerard Fullana, y proclamen el estado de sitio en la casa. No. Pero exigir la fiscalización de los gastos es algo normal -y pertinente- en una institución pública. La transparencia, por cierto, cartera que gestiona Cs en la Diputación de Alicante, nunca está de más. Pero esto de por sí es otro síntoma.
No sé si ambas cosas son legales. Dudas, desde luego, generan. Éticamente no tienen ninguna defensa, y lo normal es que Ciudadanos, como partido regeneracionista, que así nació, hubiera pedido disculpas por lo primero y hubiera exigido, cuando menos, explicaciones por lo segundo. Pero ni lo uno ni lo otro. De lo segundo sucedió algo todavía más sorprendente: Toni Cantó lo comentó en twitter, dijo que era corrupción -lo de pagar mítines con dinero de los grupos- y posteriormente lo borró. Hablamos de justificar 446.000 euros, mucho más de por lo que se están pidiendo explicaciones a otros políticos.
Y en este contexto, además, el partido está inmiscuido en unas primarias entre una candidata, Inés Arrimadas, de carácter continuista, y otro, Francisco Igea, de corte rupturista, o cuando menos, revisionista de lo que ha sucedido Ciudadanos en este 2019, que le ha llevado del éxito al fracaso en apenas seis meses.
Y entre medias, ¿qué ha pasado? Mi opinión, que Ciudadanos ha entrado en una especie de establishment de la derrota. Nadie, ni siquiera la propia Arrimadas transmite la sensación de que a esto se le puede dar la vuelta. Es como si, de un plumazo, se hubiera perdido toda oportunidad de resurgir, de tomar impulso, de mantener un mensaje propio, de centro y liberal, pero distanciado en algunos asuntos del PP. Parece que el sino de la organización sea la de acabar en los brazos de la formación de Pablo Casado, si no ahora, más adelante cuando haya otra oportunidad electoral. Y a cambio de todo ello, se han sacrificado cualquier medida de regeneración, transparencia o mejora del funcionamiento del sistema. Lo de Betancor o lo de la Diputación de Alicante son dos ejemplos de ello. Nada ello es incompatible por luchas contra el nacionalismo, en favor de la libertad educativa o propugnar la bajada de impuestos, que es dónde están puestos -legítimamente- sus esfuerzos. Ni siquiera el PIN parental ha sido una oportunidad para marcar distancias, sin confundirse de enemigo (o de bando).
Y hay una sensación, y es que los cuadrados medios de Ciudadanos están muy cómodos en los gobiernos de coalición con el PP. Al menos, los pocos que hay en la Comunitat Valenciana. A excepción de alguna insurrección o desmarque de los ediles de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Alicante, quizás por distanciarse de Vox, ya nadie protesta por nada.
En el caso de la Diputación de Alicante, parece que con el objetivo de distribuir las ayudas a los municipios de manera objetiva, sin criterios políticos, se ha cumplido el expediente. Ya no hay más que cosas que tocar ni que enderezar. ¿Alguien ha notado cambios en otro aspecto? En otros tiempos, cuando Ciudadanos cuestionaba la continuidad de las diputaciones, hubiera puesto el grito en el cielo porque el dinero del grupo popular y sus transferencias coincidan con días previos a mítines de Rajoy; por el elevado número de asesores y sus sueldos de conseller o por la filtración de nombres para ocupar de cargos en organismos que debían pasar, previamente, por un concurso de méritos.
Y lo peor no es eso, que casi podría entenderse, como en el tiempo pasará con Podemos, que al menos ha reconocido que se va a tragar sapos. Lo dramático es la sensación que se transmite: pese a la caída de Rivera, el partido sigue siendo vertical; de intocabilidad del líder del turno; nadie cuestiona nada internamente, no hay amor propio para reivindicar algo de lo hecho en el pasado; las listas de compromisarios están pactadas en la Comunitat, ...en definitiva, el partido no tiene contrapesos.
Pues eso, si nadie lo evita, y el único parece Igea, sólo falta pactar los términos y el momento de la rendición. Por mucho que hagan, de ahora en adelante, el PP -una vez, apartadas las manzanas podridas- lo va a hacer mejor porque lleva más tiempo, conoce mejor el sistema y tiene gente más preparada para esas lides (que no mejor). El síndrome del establishment de la derrota.
P.D. No entiendo como ninguno de los dos candidatos a presidir haya prescindido, por el momento, del capital político y la experiencia de Marta Martín. Más allá de las discrepancias que pueda haber, sólo la insensibilidad que padece la organización podría no ver la valía, el trabajo, el esfuerzo y los réditos que Martín ha aportado a Ciudadanos. Otro síntoma.