VALÈNCIA. En la mayoría de los casos se habla de transformación impulsada por la digitalización y el uso de nuevas tecnologías, pero, en otros, hay quien vaticina la extinción definitiva de determinados negocios tal y como se conciben ahora. Ejemplos de que la tecnología termina con muchos abundan a lo largo de la historia, desde las centralitas telefónicas hasta los videoclubs o el revelado de fotos. “No adaptarse a los cambios tecnológicos que demanda el mercado o apostar por la tecnología incorrecta es una de las causas que pueden llevar a la caída de una empresa de éxito”, apunta Rafael López, director de I+D de Robotnik.
La opinión de Rafael López la comparten muchos, pero hay quien añade a la adopción tecnológica un ritmo frenético, dado que los tiempos de reacción se acortan cada vez más por la globalización y la competencia feroz. “Una startup que triunfa hoy se puede quedar obsoleta en el plazo de seis meses o un año sin apenas darse cuenta”, sostiene José Manuel Pérez Prado, fundador de Product Lab, una escuela de nicho para la formación de digital product manager, figura crucial dentro de estas organizaciones para adaptarse a los cambios.
Pero, ¿queda algún sector que se mantenga al margen de esta presión? A la inmensa mayoría les ha crecido un ‘tech’ (fintech, insurtech, legal tech, proptech, agrotech, foodtech…) o se les ha antepuesto una ‘e’ (e-commerce, e-health, e-learning, e-park…) Con ello, casi siempre se hace referencia a la digitalización de los procesos. “La digitalización es hoy un elemento clave de competitividad y está transformando a las empresas y la manera de hacer negocios”, declaraba César Maurín, secretario de la Comisión de la Sociedad Digital de CEOE, en un foro de ESADE y Gestión Press. En éste mismo, el director de sistemas de CESCE, Mariano Arnáiz, hablaba de la digitalización como “el petróleo del Siglo XXI” y advertía de que cuatro de cada diez empresas españolas, la mayoría pymes, van a desaparecer en los próximos cinco años por no hacer frente a la digitalización.
Ante esta perspectiva, aventurar qué negocios entrarán en ese 40% parece un poco arriesgado. “Siempre y cuando la tecnología puede sustituir a la gente, existe el riesgo de que un negocio desaparezca. Asimismo, todos los negocios basados en una tecnología que se ha vuelto obsoleta asumen un riesgo importante de desaparecer. Lo nuevo es que, negocios basados en gestiones humanas, también pueden desaparecer en un futuro no muy lejano”, es la conclusión a la que llega Franck Escipion, fundador de lifestyle al cuadrado y experto en negocios digitales.
No obstante, en este darwinismo empresarial parece que, por ahora, los que más pierden son los intermediarios. Está pasando con los quioscos de prensa y los medios digitales, también muchas librerías han tenido que bajar la persiana, afecta ya a algunas gasolineras desiertas de empleados, a los aparcamientos, a agencias de viaje, sucursales bancarias…arrastrando con ello numerosos puestos de trabajo. “Los perdedores serán los que trabajan para vivir, aquellos que simplemente van a trabajar todos los días para llevar a cabo tareas que no les satisfacen en absoluto…Esos trabajos, en su inmensa mayoría, desaparecerán y serán sustituidos por máquinas siempre que haya un interés económico por hacerlos más eficientes y competitivos”, decía Enrique Dans en un artículo sobre el futuro del trabajo. Pero otros, como Franck Escipion, sostienen que la amenaza va más allá. “Muchos mandos intermedios en grandes empresas están en peligro con la integración de plataformas en red, que permiten a la gente seguir los proyectos empresariales en remoto, sin necesidad de estar en una misma oficina”.
“Pero, no es solo la tecnología, también inciden los cambios en los hábitos de consumo”, apunta Pablo Stürzer, CEO de Farmidable. La suya es una solución sostenible y responsable de distribución de alimentos que, al grito de “directo del productor”, conecta a agricultores y ganaderos locales con los consumidores finales, con la única mediación de su plataforma que comisiona “muy por debajo” de los convencionales. “Se trata de eliminar no solo lo que no aporta valor, sino también lo que encarece el producto que pagan los clientes, pero no beneficia al productor. Tampoco eso parece muy equitativo y los consumidores son cada vez más conscientes de ello”, argumenta.
Como el referido, han surgido infinidad de modelos de negocio que prescinden de los intermediarios al amparo de la tecnología. Valgan ejemplos tan conocidos como el de Airbnb o Uber.
No obstante, los hay que se muestran optimistas alentando aquellos huecos donde la tecnología aún no llega, sea del tipo que sea, como la Inteligencia Artificial, el blockchain o la robótica. “Aquellas actividades o procesos productivos que un robot pueda realizar de forma más rápida, segura y eficiente están abocados a desaparecer, es la lógica del progreso. Pero, actualmente, una persona puede aportar mucho más valor que un robot en un entorno laboral. En este sentido, no es eficiente que un operario esté moviendo cargas de 500 Kg. de un lado a otro de unas instalaciones si lo puede hacer un robot de forma automatizada. Ese operario probablemente podrá desarrollar tareas más cualificadas aunque, evidentemente, se tendrá que formar para llevarlas a cabo”, afirma Rafael López. Una necesidad que comparte Escipion. “Es evidente que, frente a este desafío tecnológico, vamos a necesitar una plan Marshall de la formación profesional para acompañar a miles de personas a reinventarse profesionalmente…Eso de reinventarse es ahora completamente necesario y además casi continuado, cada 5 años, a medida que el ciclo de vida de las tecnologías se acorta y se acelera”.
También Pérez Prado cree que ahora es el turno del conocimiento y del desarrollo de las que se conocen como habilidades blandas (soft skills) como son el cultivo de la empatía, creatividad, capacidad de adaptación o sociabilidad, entre otras, “porque la tecnología llega hasta donde llega”.