SOCIALMENTE INQUIETO / OPINIÓN

Altamira

15/06/2020 - 

Si no hubiera sido por el arrojo, la valentía y la determinación de Blas de Lezo y los miembros de la Armada española a sus órdenes, junto con el ejército de tierra protegidos por los estratégicos fuertes defensivos, hoy en Hispanoamérica no se hablaría español, no compartiríamos tantas cosas con aquellos países como la religión y la cultura, y nos hubiéramos perdido la fructífera relación mutua entre los ciudadanos de aquellas tierras y los de España y a la inversa. Supongo que saben que me refiero a la extraordinaria victoria que Blas de Lezo tuvo en Cartagena de Indias frente a la numerosa flota de Vermon, arrogante almirante inglés, con 186 navíos contra 6 españoles. Una hazaña de película (20 mayo de 1741).

Si no hubiera sido por personas con mucho talento, España no hubiera recuperado su prestigio en las tierras hispanoamericanas (s. XIX) después de la emancipación de aquellos países hermanos. La metrópoli quedaba muy lejos y los problemas al otro lado del océano no eran similares a los de España. Y los de aquí se les quedaba lejos a aquellos. Buscaron su futuro desligándose de España. Pocos recuerdan que las excelentes relaciones actuales entre España y aquellos países no fue siempre así. Después de la ruptura por la independencia ambas partes se dieron la espalda, hubo una dolorosa separación. Desde España no se supo ver aquellos aires de libertad contra el colonialismo de un pueblo que quería volar por sí mismo. Aunque en España no se les consideraba colonias sino provincias de ultramar donde sus habitantes tenían los mismos derechos que los peninsulares, pero esta relación no fue suficiente para mantener ese lazo de unión firme y duradero.

El tiempo corrió en contra de todos y la brecha se hizo cada vez más grande por lo que impedirlo y enmendarlo se hacía más difícil. Faltaba un líder que contagiara su entusiasmo para resolverlo, un estadista que influyera en sus planteamientos, un pensador que hiciera al otro participar de sus reflexiones, una persona que ejerciera de político y que velara por el interés general. Esa persona tiene nombre y apellidos, se llama Rafael Altamira y Crevea, y nació en Alicante. Toma ya, esto si que es una sorpresa. Ahora se lo cuento. En aquellos tiempos se buscaba cómo recuperar el tiempo perdido y buscar un nexo de unión que evitara negarse a sí mismo y crear un puente entre esos países y España. Se encontró a través de la cultura y, en concreto, por medio de las universidades.

Es bueno recordar la historia de nuestros mayores que tantas veces nos rememora de lo que es capaz España cuando los españoles emprendemos juntos grandes hazañas. Y es bueno recordarlo ahora en estos tiempos convulsos y cada vez más revueltos en los que unos pocos quieren ensuciar el legado de lo mejor que tenemos y que se ha ido fraguando poco a poco con los años.

Nadie puede negar a Rafael Altamira su carácter hispanista. Dirigió la revista “Crítica de Historia y Literatura Españolas, Portuguesas e Hispanoamericanas” (1895), presentó su tesis Hispanista en el discurso de apertura de la Universidad de Oviedo (1898) donde fue catedrático de la Historia del Derecho, participó en el libro “Cuestiones Hispanoamericanas” presentado en el Congreso Hispanoamericano celebrado en Madrid (1900), propuso crear la “Universidad Hispanoamericana” en Salamanca (1905), expuso un programa de intercambio de profesorado entre los países hispanoamericanos (1908) iniciativa aplaudida inicialmente por su Universidad y la de la Habana (Cuba).

“En vísperas del Centenario de la Independencia de América, la Universidad de Oviedo quiere que resuene la voz amorosa de España bendiciendo a sus hijas emancipadas - manifestó Fermín Canella, Rector de la Universidad de Oviedo -. Quiere enviar a Hispanoamérica llamas de nuestro fuego para que se funda entre nuestras almas y podamos, unidos a los pueblos de aquende y de allende el mar que formamos la Grande Iberia, cumplir la alta misión civilizadora que el destino nos confió. España es América. Al esplendoroso mundo que sacó del mar, España dió cuanto tenía. Tan suyo lo hizo que es carne de su carne y sangre de su sangre, alma de su alma.  América es España. A eso va Altamira, representante de la escuela de Oviedo, portador de la llama que aquí arde, a llevar más ardores, si fuera posible, a la esplendorosa alma americana, a compenetrarla para siempre con la nuestra en el mismo excelso ideal”. Esta iniciativa no fue un hecho aislado, contó con el interés y el apoyo del Estado por lo que le nombraron miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas “encargándome - dijo Altamira - la comunicación con los Centros similares de aquellos países”.

El viaje de Rafael Altamira a América fue durante julio 1909 a marzo 1910. El primer país que visitó fue Argentina. En su discurso de recepción en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de la Plata contó los propósitos de su viaje: “Consideramos nuestra influencia no desde el punto de vista estrechamente patriótico, sino desde un punto de vista humano. Queremos ocupar nuestro puesto en la obra de la cultura humana. El otro propósito es el de conocernos mutuamente, Vosotros visitáis poco a España. Nosotros sabemos muy poco de vuestra vida. Necesitamos, pues, estudiarnos unos a otros, y para eso no bastan los libros: hace falta la impresión personal. Vuestra acogida, que nunca agradeceré bastante, demuestra que aprobáis nuestras iniciativas y propósitos”. Después de esta, dio cursillos, lecciones, conferencias, … No sólo convencieron sus palabras a los especialistas en la materia a los que iban dirigidos, sino también al público en general. Todos acudían a sus eventos de forma masiva para escucharlo. Creó sensación y despertó ese sentimiento mutuo de hermandad que estuvo dormido tanto tiempo. Visitó otros países hispanoamericanos, entre ellos Cuba donde tenía contacto con catedráticos de la Universidad de la Habana con quien les fue grato encontrarse a este lado del océano.

Su viaje tuvo una gran repercusión mediática en España, Europa y América. A su regreso a España fue recibido como un héroe en diversas localidades, también en Alicante. Desde el balcón del Ayuntamiento, Altamira saludó a una multitud de alicantinos que lo recibieron con vítores y aplausos, ilusionados de tener tan cerca a un paisano tan ilustre

El rey Alfonso XIII se interesó mucho por el resultado de su periplo por América latina, teniendo varias reuniones con Rafael Altamira al respecto, llegando a la conclusión que se tenía que legislar determinadas leyes que desarrollaran lo expuesto. Fue tal el entusiasmo del rey por el viaje emprendido por Rafael Altamira a Hispanoamérica y por los buenos resultados de su mediación que le distinguió como Caballero Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso XII.

Por su parte, Alicante lo nombró “hijo predilecto” en sesión municipal del 7 de mayo de 1909 siendo Luís Mauricio Chorro el Alcalde de la ciudad. Dicho título se redactó en “artístico pergamino” confeccionado por Vicente Bañuls y se hizo entrega en el Salón de Sesiones del Palacio Consistorial el 3 de abril de 1910. También lo homenajea de forma permanente con el nombre de una calle, una de las más concurridas y representativas de la ciudad.

A Rafael Altamira no nos lo acabamos por lo mucho que dejó escrito y de lo que se ha escrito o se escribe sobre el. Es una caja de sorpresas. Fue escritor, historiador, jurista, crítico literario, …. Llegó a ser Juez del Tribunal Permanente de Justicia Internacional de La Haya (1922 -1940). Incluso estuvo nominado para el Premio Nobel de la Paz por sus manifestaciones antibelicistas y su empeño en conseguir la paz mundial a través del derecho y de la educación histórica.

Recientemente, el Rotary Club Alicante ha recordado su figura a través de una vídeoconferencia impartida por Ignacio Ramos Altamira, periodista e investigador sobre Rafael Altamira, además de ser bisnieto de este ilustre alicantino. El título de esa conferencia fue “Rafael Altamira y la paz entre los pueblos a través del derecho y el conocimiento de la historia”.

Rafael Altamira y Crevea es una fuente de conocimiento extraordinario que obliga a  volver a su figura más adelante y compartir con ustedes alguna otra faceta de su vida. Que así sea.

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