VALÈNCIA. ¿Qué haces cuando el motivo por el que has nacido se desvanece? Es lo que le sucede a Grace Peterson, concebida para salvar a su hermana Lucy, cuando esta muere tras años combatiendo una dura enfermedad. En ese momento, Grace se sume en la apatía y la monotonía, sintiendo que su existencia no tiene sentido. Pero es entonces cuando llega a sus manos el El mapa de los anhelos, un particular juego que le invita a encontrar primero a Will Tucker, del que nunca ha oído hablar.
Esta es la premisa de El mapa de los anhelos (Planeta, 2022), la última novela de la escritora Alice Kellen. En ella, la autora valenciana nos propone recorrer un viaje directo al corazón, lleno de vulnerabilidades, sueños olvidados, anhelos y afectos inesperados. También ella (en primera persona) lleva años recorriendo el camino que la ha llevado hasta dónde está hoy en día: ha llovido desde que Kellen subiera su primera novela a Amazon, en un momento (admite) donde el mercado editorial no tenía nada que ver con el actual. Diez años después de ese decisivo momento, atesora más de un millón de lectores y su nombre es toda una referencia en el panorama literario actual.
-¿Cómo surge El mapa de los anhelos?
-La base de la historia viene de una idea que tenía en el cajón desde hace años. A principios del verano pasado, hablando con mi editora, se la comenté y le gustó. Me comentó que le diera una vuelta de tuerca a ver qué podíamos hacer. Tiras del hilo, lo ves con una perspectiva distinta a la de hace 3 o 4 años, se te ocurren las piezas para que todo encaje… y así ha sido. Ha sido un proceso bonito, porque la idea de la novela se había quedado colgada pese a que me gustaba mucho el punto de partida.
-¿Sueles recurrir a ese cajón de historias aparcadas?
-Prefiero empezar a escribir desde cero, pero a veces hay ideas o conflictos, temas de los que me gustaría hablar, que a lo mejor llegan en un momento en el que no acaban de encajar. Y no pasa nada porque, en mi opinión, todo eso sirve. Luego, cuando le das una vuelta, o lo ves desde otra perspectiva, ya sabes los errores que no tienes que cometer. Estás fresca porque ha pasado el tiempo y lo enfocas de una forma distinta.
-Supongo que es duro darse cuenta de que, después de haber invertido un tiempo en una obra, esta no funciona y es mejor guardarla.
-Entras en fase de negación, claro. Es difícil cuando te rindes (en cierto modo) y te das cuenta de que no vale la pena continuar por ese camino.
Para mí, la señal inequívoca es cuando el atasco es monumental, y lo he probado todo: he cambiado de narrador (que es algo que hago muchísimo), he reescrito algunas partes, se lo he pasado a una lectora cero para que me dé su feedback… y sigue sin funcionar: sigo atascada. Ahí hay un instante de: ya está. No vale la pena empeñarse en meter algo en un lugar en el que no encaja. En esos casos es mejor dejarlo en el cajón, que repose. Hay muchas ideas que luego he cogido y las he transformado en otra cosa porque no funcionaban de la forma que había pensado inicialmente. A veces hay que dejar que las cosas fluyan.
-Nebraska es el escenario en el que se desarrolla El mapa de los anhelos. Otras de tus novelas también se ambienten en Estados Unidos, ¿por qué?
-Creo que bebemos mucho de la cultura estadounidense a nivel cinematográfico. Las historias te las imaginas como una película, y muchas veces, en lugar de una española, es una extranjera. Mi novela anterior, Tú y yo invencibles, se desarrollaba en Madrid. Depende de la idea, de lo que te inspire el tema… En mi caso, me lo pide mucho la propia historia y los personajes.
También hay historias, como El día que dejó de nevar en Alaska, en el que elementos como la competición de perros en trineos, o lo que conlleva vivir en un lugar tan inhóspito hacía que no la pudiera ambientar en España: no hay un lugar que sea tan absolutamente duro, en el que siempre sea de noche, como Alaska. Me voy adaptando a la historia, y también me parece divertido ir cambiando.
-En este libro se aborda de forma decisiva la pérdida y el duelo, ¿cómo te has enfrentado a estos temas tan complejos?
-Son temas que me interesan mucho y que, al final, forman parte de la vida. Todos hemos tenido experiencias o conocemos a gente que las ha vivido. Tampoco hay una manera concreta de hablar sobre temas como el duelo o la muerte, que también tratan muchas otras novelas. Pero sí creo que cada uno lo enfocamos de forma diferente. Eso es lo interesante: un mismo conflicto lo pueden vivir personajes de distintas formas. Porque todos somos únicos. También intentas, por otro lado, que los temas cotidianos tengan ese punto de realidad: que no tenga por qué ser todo perfecto ni de «libro».
-¿Crees que el género romántico se considera un género menor?
-Es cansado tener que estar siempre defendiendo lo que hacemos, la valía de las novelas románticas, sobre todo cuando esa crítica te la hace gente a la que le preguntas cuáles son las últimas novelas románticas que ha leído y es incapaz de contestar porque no ha leído ninguna. Ahí la conversación se complica porque no debates sobre nada real.
Hay mucho prejuicio y falta mucha educación en la gestión emocional. Muchas veces nos han dicho que hablar de emociones cotidianas como el amor, la amistad, la familia… parece que sea como algo manido, cursi; incluso como una debilidad. Pero a mí no hay nada a nivel personal que me interese tanto como profundizar en este tipo de emociones. Afortunadamente, las nuevas generaciones van cambiando.
-¿Qué dirías que tienen tus novelas para haber atrapado a más de un millón de lectores?
-Intento que cada libro tenga mi esencia: mi manera de ver las cosas, las dudas que me formulo… También pienso que cuando algo funciona hay un factor importante de suerte: de estar en el lugar y en el momento adecuado. No significa que crea que mis novelas no valgan, pero considero que hay un punto de casualidad determinante en que encuentren ese hueco perfecto y consigan llegar a la gente y conectar con el lector. Cuando las emociones trasvasan el papel tienes un buen trecho hecho.
-De hecho, tú empezaste subiendo un libro tuyo a Amazon, de una forma poco convencional en aquel momento.
-Sí, hace muchos años, unos 9 o 10… no era fácil en ese momento que una editorial publicara autores nacionales. Yo tenía unos 20 años. El mundo editorial ha cambiado mucho en estos 10 años, eso también. Amazon arrancó (quizá por eso decía lo del momento y lugar adecuado), y a los dos meses de subir mi historia me contactó una editorial. Había muy poca competencia. Ahora sería imposible: cada día se publican docenas de novelas.
-Precisamente, ¿cómo ha cambiado el mercado editorial?
-Lo veo más disperso, con muchas ramificaciones. Ya no es que tu libro llegue a librerías; está Wattpad, que tiene libros gratis; Amazon, con libros a un precio más competitivo; audiolibros que se hacen de forma inédita… Hay de todo, y muchísima cantidad.
Los libros tienen una vida más corta. El pastel se reparte entre más trozos y creo que la parte «positiva» en cierto modo es esa: todos tenemos esa oportunidad; oportunidades que antes eran impensables. Antes mandabas un manuscrito a la editorial y las posibilidades de que te leyesen eran bastante ínfimas. Ahora todo el mundo tiene a su alcance la posibilidad (como yo hice en su día) de subir una novela en Amazon, o colgarla en Wattpad. Todo es más abierto y eso tiene sus cosas buenas (más libertad) y cosas malas (la cantidad es un poco desbordante).
-Hace poco, una escritora nos confesaba que dedicaba más tiempo a sus redes sociales (un 60%) que al hecho de escribir como tal. ¿Cómo es el oficio de escribir actualmente?
-Te diría algo parecido: las redes sociales y promoción me llevarán un 60%, y el 40% restante la escritura. Es muy difícil, porque hay meses, cuando estás haciendo promoción, en los que es imposible escribir (si alguien puede, me alegro por esa persona [ríe], pero yo no puedo). Cuando haces muchos viajes y cada día estás en un sitio; cuando no tienes una rutina; cuando te metes en la historia y en seguida te vuelves a desconectar…
Escribir es algo muy metódico: tienes que estar concentrada al 100%. Para mí tiene que ser como levantarte de lunes a viernes mínimo y ponerte tus horas en la mesa del ordenador. En mi caso no hay otra manera de hacerlo. Luego puedes rematar o hacer cosas en el tren o en el avión… pero ahí no escribes una novela.
Y todo se va complicando cada vez más. Las redes sociales te exigen muchísimo, las firmas, la prensa… poco a poco el cerco se va estrechando y al final le vas robando tiempo a lo más importante, que para mí es escribir. Al mismo tiempo, es muy difícil prescindir de lo otro, porque al final es la dinámica que seguimos todos los autores: tienes que estar presente tanto físicamente como en redes sociales. Este mundo te impulsa también a publicar más rápido y más cantidad (porque así te premia el algoritmo). Me pasa a mí, que es mi trabajo, pero también les sucede a otras marcas y empresas que dependen de redes sociales. Resulta un poco asfixiante esta sensación de tener que poder con todo y tener que estar en todo.
-¿Qué consejos le darías a alguien que quiere dedicarse a escribir de forma profesional?
-Lo primero que le diría es que lo haga porque le gusta. Si lo hace pensando en que quiere vivir de esto o dedicarse a esto… creo que puede dar pie a frustraciones, porque es muy complicado.
Al final, este tipo de trabajos no se basan en una fórmula, o en ir a la universidad y después hacer una oposición. Nadie te garantiza que haciendo una serie de cosas vayas a vivir de esto, incluso aunque lo hagas perfecto. Los pasos de cada autor, cada carrera, es única. No hay una nota de corte, no hay una manera de llegar a la meta de: vivo de esto. Probablemente lo que tengan todos los escritores en común es que les apasionaba escribir y que en el algún momento se convirtió en su trabajo.
Escribir y leer todo lo que puedas de todos los géneros, por supuesto, es fundamental. Y recordar que no hay tiempo perdido; si empiezas algo y lo dejas a medias, no pasa nada. Lo importante es romper mano, y escribir, escribir y escribir.