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Alicantinos en el conflictivo Sáhara español. Últimas novedades

7/06/2021 - 

El Sáhara Occidental vuelve a ser actualidad. Pero antes de decirle por qué y que tenemos que ver los españoles en ese conflicto, permita que le cuente desde cuándo España está presente en ese territorio, así como algunas historias de alicantinos que fueron protagonistas en aquellas tierras.

Desde la Conferencia de Berlín (1884-1885) en las que las potencias colonizadoras se repartieron África, a España le tocó el norte y sur de Marruecos, Guinea Ecuatorial y el Sáhara Occidental. Los españoles se encontraron en esta última zona unas tribus nómadas dispersas en el territorio. La importancia de esa amplia extensión de tierra era mucha desde el punto de vista geoestratégico, situada frente a las Canarias; con un amplio litoral pesquero; y por el descubrimiento de minas de fosfatos de gran calidad. Además de relacionarse con tribus nómadas que tenían mucho que contar de cómo vivían y cómo entendían la vida.

Así, se abría para los aventureros un mar de dunas que explorar; para los emprendedores, un amplio territorio donde buscar oportunidades de negocio, aunque fuera la mayor parte desértica (hicieron prospecciones en busca de petróleo sin conseguir resultados satisfactorios); y para las autoridades españolas, tenían una amplia extensión que administrar. Primero como colonia, luego como provincia de España desde 1958 y, después, como una comunidad autónoma fallida que ni el Frente Polisario ni Marruecos quisieron que se constituyera. De aquellos barros, estos lodos.

También fue destino de militares profesionales y de soldados de reemplazo que hicieron allí la mili.  Como el Capitán Francisco Pérez Pérez, nacido en Novelda, militar de carrera que exploró buena parte del sur del Sáhara, donde nunca antes había estado un europeo. A partir de octubre de 1928 fue nombrado Gobernador Político-Militar de la Aguera (Río del Oro). Con amplios conocimientos y experiencia en el desierto hizo un viaje de exploración entre La Aguera y Villa Cisneros de unos 500 kms, iniciado el 4 de mayo de 1933, que duró varios días, con un coche descubierto, acompañado de un soldado mecánico y dos nativos para hacer de intérpretes. Fue un éxito, visitando a muchas tribus de tierra adentro, entablando relaciones de cordialidad y ayuda recíproca. Realizó otros viajes con resultado favorable.

En 1961 un grupo de alicantinos fueron destinados a los campamentos de El Aaiún en el Sáhara español. Los alistaron como paracaidistas en La legión. Una mili muy dura protegiendo las instalaciones militares españolas y al pueblo saharaui de las incursiones de Marruecos en su territorio. Vigilancias por el desierto, ataques sorpresa, con una férrea disciplina militar para mantener la moral alta, es la experiencia de los miembros de la Agrupación de Paracaidistas Veteranos de Alicante que tuvieron destino en el Sáhara.

Por su parte, Jose Pina Gonsalves nos cuenta su experiencia como soldado de reemplazo (la publica en la página web de la Asociación de Veteranos Mili en el Sáhara). “Salimos de Alicante el lunes 19 de enero de 1970 con dirección a Cádiz”. Desde allí, embarcaron en el transbordador Victoria rumbo a El Aaiún. Pidió alistarse en la Agrupación de Tropas Nómadas y lo destinaron en la 4ª Compañía.  “Muchas tardes – cuenta – una vez terminados los ejercicios de montar y desmontar el cetme, nos íbamos a ver las puestas de sol, que eran espectaculares. Pero al regreso tenías que fijarte de no pisar una mina”. La Compañía donde estaba Pina la formaban soldados “alicantinos, vascos, catalanes, maños y gallegos de Orense”. El primer destino de Pina fue Smara. Junto con él, destinaron a los alicantinos Julio Pérez, Peris Sendra y Lucio Pérez. “Salíamos al campo con los Land Rover. Cada día era una aventura”, manifiesta Pina.  El 17 de junio de 1970 había “jaleo en la base, patrullas, muchos nervios en el ambiente y, a continuación, nos llama el teniente y nos dice “poner munición en todos los cargadores que nos vamos al Aaiún”, cuenta Pina. Regresaron a Smara sin novedad, tuvieron suerte de no tropezar con un grupo armado rebelde. La alarma fue por el “levantamiento de Zemla”, distrito de El Aaiún, capital del Sáhara español, durante una manifestación nacionalista en la que reivindicaban la no injerencia de potencias extranjeras en la deseada autodeterminación del Sáhara español porque sabían que se habían reunido autoridades de los países de Marruecos, Argelia y Mauritania para influir en el destino del pueblo saharaui. No fue una manifestación contra España, pero terminó mal con disturbios provocados por incontrolados que reivindicaban la independencia.

Todas estas historias, y muchas más, las reivindico ahora porque toman actualidad, son experiencias de aquellos que lo dieron todo por su servicio a España ante grupos paramilitares o terroristas – fueran del bando que fueran - que ponían en peligro la convivencia pacífica en el Sáhara Occidental. También adquieren actualidad por los intentos de muchos españoles para que el pueblo saharaui tuviera y tenga un buen porvenir.

¿Qué tiene que ver España en todo esto? ¿Nunca se ha preguntado por qué España sigue siendo potencia administradora, parte activa en el proyecto de autodeterminación del Sáhara Occidental? Ahora se lo cuento. Con el proceso de descolonización en África, la Asamblea de la ONU propuso a la España franquista el autogobierno paulatino del pueblo saharaui y la celebración de un referéndum para su independencia del Estado Español. Pero todo estaba y está condicionado por las aspiraciones territoriales de Marruecos al pretender apropiarse de la totalidad del Sáhara Occidental reivindicando unos derechos históricos sobre ese territorio, que no tiene.

Con la Marcha Verde organizada por Hassan II en 1975; Franco, enfermo y moribundo; España negoció para dar solución al conflicto por medio de varios frentes: diplomáticos, a través de la ONU; militares, en el Sáhara español; políticos, con negociaciones directas del Gobierno de Arias Navarro con Hassan II, precipitando un acuerdo bilateral entre España y Marruecos (Acuerdo de Madrid) que la ONU no aceptó.

Ahora con una nueva escalada bélica en el Sáhara Occidental, el Gobierno español se deja avasallar por Marruecos y no ejerce su liderazgo para buscar soluciones. Tiene en frente a un aliado del que poco se puede fiar, es cierto, porque Marruecos da una de cal y otra de arena según le convenga.

Hasta ahora la respuesta española ha sido siempre la misma: España acepta las resoluciones de la ONU sobre este asunto. Y estas manifiestan que se tiene que hacer un referéndum en el que tiene que participar el pueblo saharaui para decidir su futuro. Pero,  ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿con qué censo...? 

Desde la invasión del Sáhara Occidental por Marruecos en contra de las resoluciones de la ONU, la nueva ruptura del alto el fuego entre Marruecos y el Frente Polisario en noviembre de 2020, la declaración de Donald Trump reconociendo la soberanía del Sáhara Occidental por parte de Marruecos en una de sus últimas decisiones como presidente de EEUU en diciembre de 2020, está todo más complicado.

Mohamed VI aspira a conseguir el Gran Marruecos, como antes lo deseaba Hassan II, idea originaria del líder nacionalista Al-Lal El Fassi que la Monarquía alauita tomó como propia. En España tenemos bien aprendido que el nacionalismo exacerbado no tiene fin, siempre quiere más. Marruecos quiere el Sáhara Occidental. El Gran Marruecos también reivindica como suyo parte de Argelia, Mali y Mauritania, además de Ceuta y Melilla. Ya sabe, son insaciables.   

Desde Marruecos se presiona al Gobierno español para que tome decisiones a favor de sus propósitos: anexionarse el Sáhara Occidental. Y presiona con todo lo que se le ocurre, como su queja diplomática por la hospitalización de Ghali, líder del Frente Polisario, en territorio español; la invasión pacífica de marroquíes saltando la valla de Ceuta y Melilla, consentido y animado por la policía marroquí; cuestionar el tratado de pesca en aguas atlánticas…

El Gobierno español de Pedro Sánchez muestra una vez más su debilidad y calla como si el tiempo y el silencio fueran a arreglar este espinoso asunto. Una vez más hay una clara falta de liderazgo para resolver los problemas. Así nos va.

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