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 Y así, sin más

Zapatos, 'sneakers' y lo que está en nuestros pies

ALICANTE. Cada vez que pienso en volver a los sitios me viene lo bueno y luego lo malo y ya para terminar lo que había olvidado. Es curioso. Siempre recuerdo lo que me gustaba yendo de la mano que no me terminaba de convencer, pero hacía por no ver. No me gustan las trampas, pero suele ser divertido poder jugar.

Por primera vez en mi vida me he puesto a la tarea de escribir un diario. Quiero dejar por escrito el día a día de un invierno en Alicante, que tiene la particularidad de ser uno más y que a su vez es algo que no es nada particular. Un invierno que, según va presentándose, se comportará como debe. Salvajemente, con un frío que espero que llegue a morder a los paseantes en las esquinas y convierta cualquier paseo en una aventura, a menudo desoladora. Vendrán días de frío y noches de insomnio creativo. Con historias de paseantes alerta.

Soy un peón perdido que se salió del tablero a explorar y se quedó a cuadros al ver que no había partida que ganar. Creo solo tengo un disparo, un tiro al aire cada vez que quiero intentar no ahogarme en mis pensamientos de escritor trasnochado. Porque si este oficio me hiciera dar un titular –mi vida en película, claro– sería “Noches sin Dormir”.

Solo hay dos cosas en esta vida que me gustan más que escribir. Una son los bufets libres de los hoteles a la hora del desayuno. La otra, sin duda alguna, las zapatillas. Me encantan las zapatillas. Todas, no hay distinción. Ya tiene que ser fea para que a mí no me guste. Porque si hay algo en este mundo que no soporto es la fealdad en el diseño. Lo hortera o de diseño rancio no me gusta nada.

Adoptadas por raperos y bailarines de breakdance, las zapatillas pasaron del campo de atletismo a la calle, transformándose en un accesorio imprescindible. Se han convertido en un emblema esencial de la moda urbana: son, al mismo tiempo, un codiciado objeto de colección y una industria que mueve millones. Puma con Palomo. Nike con Tiffany’s & CO. Adidas con Gucci y Balenciaga. Múltiples son las combinaciones y creo que no hay ninguna que nos desagrade.

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