VALÈNCIA. Andreu Alfaro, Premio Nacional de Artes Plásticas, maestro de la geometría, no puede entenderse sin su relación con la sociedad pública. Sus líneas, que se expanden a veces hasta un infinito, como buscando el centro de una tierra desconocida, con un enorme afán de equilibrio, contribuyeron a ubicar la democracia moderna valenciana. El avance autonómico encontró en Alfaro una de esas manos expertas capaz de retorcer una realidad compleja para interpretarla con simplicidad.
Cuando Alfaro intentaba explicar su vínculo entre la escultura y la ciudadanía, hablaba del éxito de sus obras a partir de la oportunidad de que pudieran ser vistas en la calle. Que “quienes la ven todos los días encuentren que es alguna cosa más que una escultura: conmemora o habla de los mismos ciudadanos”, contaba en su conferencia en el IVAM, en 2004, con el título Què puc dir jo d’Alfaro, si soc Alfaro? En esa línea, durante los últimos años, su escultura Cercle berninià ocupó el zaguán del Palau de la Generalitat, como símbolo del vínculo entre los ideales de la sociedad valenciana.
Hasta hace pocos meses, cuando el cambio político en la Generalitat supuso también, a modo de cambio escénico, la retirada del Cercle. Este miércoles se oficializaba su reubicación: estará en Xàtiva, primero en el antiguo convento de Sant Domènec y, más tarde, en el Centre Cultural Raimon.