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¿Te acuerdas de Sarajevo? 

Treinta años del asedio más largo de la historia moderna a través de la mirada del fotógrafo Jim Marshall

  • El edificio central de Correos tras la guerra. Foto: JIM MARSHALL

VALÈNCIA. Una lona vuelve a cubrir la parte superior de la céntrica calle Kulović de Sarajevo. Al igual que en los años del asedio, protegiendo a los civiles de los embistes de los “vampiros apostados en las montañas” que la rodean. En esa misma calle también sirvió de barricada un gigantesco muro de betón en el que alguien tuvo la genial idea de escribir “Pink Floyd”. El escritor Dario Dzamonja, uno de los escritores cuyos textos llevan ese inconfundible sello de Sarajevo escribiría que “ahí parados en el medio de la calle, protegidos del fuego de los francotiradores por un bloque de cemento en el que habían pintado con spray "Pink Floyd" —una clara alusión a la canción oscura que dice; "... all in all, you are just another brick in the wall..."— y llorábamos. La gente pasaba a nuestro lado sin prestar atención, porque en Sarajevo no era raro ver adultos en la calle a plena luz del día y sin escondrijo, llorando amargamente”. Hoy, treinta años de aquel amargo abril, los paseantes se detienen de nuevo ante la sábana de la calle Kulović, que supuestamente les hacía invisibles a los francotiradores. A diferencia de aquel propósito, estos días sirve de pantalla en la que se suceden imágenes en recuerdo de los rostros de las personas que fueron testigos de “la vida sitiada, la resistencia, la dignidad, el asombro, la esperanza, el amor y la belleza - ¡LIBERTAD!” dicen desde el Teatro Nacional de Sarajevo en el que desemboca la calle. 

Las fotografías de Jim Marshall se han presentado en Milán, Venecia, París, Zúrich, Belgrado o Skopje y en numerosos medios internacionales, pero es la primera vez que se publican en un medio español

El teatro se sitúa en la plaza de Susan Sontag que aguantó en el cerco de fuego y acero junto a los sarajevitas, interpretando noche tras noche Esperando a Godot. Esa Comunidad Internacional que nunca llegaba. Hoy es tan lógica su hazaña, pero en aquel abril nadie podía, nadie quería, creer que un asedio así sería posible en nuestros tiempos. Como le explicaba la veterana periodista y superviviente, Aida Cerkez hace unos días a la también veterana Christine Amanpour —quien bien conoció la asediada Sarajevo— “siempre recuerdo a mi madre quien, viendo los tanques en Eslovenia, decía ¡qué terrible, pero Gracias a Dios no están aquí! Cuando llegaron a Croacia dijo lo mismo. Cuando cruzaron a Bijeljina, ya en Bosnia, pero no en Sarajevo, seguía diciendo lo mismo. Y de pronto, los bombardeos comenzaron en la calle de enfrente. Veíamos en el edificio de enfrente salir humo y ella seguía diciendo, menos mal que no ocurre aquí”. Cerkez lo explica como un mecanismo de defensa en el que la esperanza es lo último que se pierde: “El mundo entero lo veía venir, al igual que en Ucrania, pero los ucranianos no podían entenderlo, como los sarajevitas”. 

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