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Todo lo que nos cuentan las películas caseras de nuestros abuelos

  • Foto: EVA MÁÑEZ.

VALÈNCIA. “No existen las películas caseras malas. Estas mini-obras underground son reveladoras, aterradoras, alegres, defectuosas y llenas de arte accidental. Son una orgía de autodescubrimiento”, comentó en una ocasión el cineasta norteamericano John Waters. Aunque hoy en día esta opinión goza de bastante consenso, la realidad es que el video doméstico fue durante décadas el hermano feo y pobre del cine. Los videos familiares con los que nuestros abuelos y bisabuelos registraban paseos por la ciudad, excursiones al campo, fiestas patronales, bodas y bautizos no eran más que simpáticos materiales audiovisuales cuya relevancia documental se consideraba cercada por el sentimentalismo familiar. Su valor sociológico, antropológico, histórico y artístico se subestimaba.

En España, esta miopía comenzó a corregirse a principios de los noventa cuando, de forma un poco accidental, la Filmoteca Valenciana lanzó una campaña pública animando a los ciudadanos a depositar las películas antiguas que tuviesen en casa para su restauración y conservación en condiciones adecuadas. “Nos llegaron verdaderas joyas, incluida alguna pieza única a nivel mundial, como el cortometraje de Méliès El huevo mágico (1902), que se había dado por perdido. Gracias a esa campaña, recuperamos también Castigo de Dios, un largometraje valenciano de 1925 rodado por Hipólito Negre, del que se conservaba solo una copia”, nos cuenta Inma Trull, Jefa del departamento de Recuperación, que nos recibe en la sede del Archivo de la Filmoteca. En este edificio, ubicado en el Parque Tecnológico de Paterna, es donde se guardan todos los tesoros del cine valenciano comercial y casero.

Lo que no se esperaban los técnicos de la Filmoteca Valenciana -que se había fundado pocos años antes, en 1985-, era la cantidad de videos domésticos que empezaron a llegar a sus instalaciones. “Nuestra intención prioritaria era la recuperación de películas profesionales de la cinematografía valenciana; especialmente las de nitrato, que es el soporte más antiguo y el que se deteriora más fácilmente. (Se calcula que el 85% de las películas en este formato de todo el mundo se han perdido irremediablemente). Queríamos evitar que se estropeasen o que la gente las tirara a la basura”.

Foto: EVA MÁÑEZ.

“Como la campaña tenía un mensaje tan genérico, los particulares empezaron a traer muchísimas películas domésticas en Super 8 y Pathé Baby (un formato de cine amateur en película de 9,5 milímetros que comenzó a comercializarse en 1922). Nos quedamos en shock, porque no contábamos con ello, pero tampoco queríamos rechazarlo porque queríamos mantener la confianza de los depositantes, por si acaso encontraban otras películas. En ese momento, ninguna institución en España se dedicaba a conservar este tipo de material”.

Trull reconoce que al principio no estaban muy seguros de qué hacer con todas esas bobinas que acaparaban peligrosamente el espacio disponible en las dependencias del Archivo de la Filmoteca. Pero las dudas se disolvieron pronto, cuando tomaron conciencia del enorme valor de lo que tenían entre manos. La noticia de que la Filmoteca Valenciana poseía este tipo de material levantó el interés inmediato de televisiones de todo el Estado español, de productoras de documentales, museos, investigadores. “Interesaba mucho porque eran imágenes antiguas de lugares, costumbres y personas del pasado, pero vistas con los ojos del aficionado”.

La demanda no ha dejado de crecer. Actualmente, la Filmoteca recibe anualmente entre 100 y 300 peticiones para utilizar imágenes de cine doméstico. Siempre se necesita la autorización por escrito de los depositarios de la película, que nunca pierden los derechos. Cuando el uso que se quiere dar a las imágenes es comercial (por ejemplo, para utilizarlas como recurso dentro de un documental), es necesario pagar una tarifa a la Filmoteca. En el caso de que lo quiera utilizar un museo, la tarifa es diferente, y si el fin es puramente didáctico, no se suele aplicar tarifa.

Aunque poco a poco fueron sumándose a esta práctica otras filmotecas autonómicas, la Filmoteca Valenciana posee el mayor fondo de videos domésticos del país: un total de 10.774 títulos, entre los que no se cuentan los que permanecen almacenados y pendientes de catalogación. Se trata de una proporción muy importante del archivo total de la Filmoteca, que consta de 34.741 títulos, incluyendo películas comerciales, restauraciones y películas amateur. El goteo es constante; en lo que llevamos de 2021, se han depositado 24 títulos nuevos 

El requisito principal que exige la Filmoteca para hacerse cargo de las películas y digitalizarlas gratuitamente es que se hayan filmado en la Comunidad Valenciana, o en todo caso en España. Las películas extranjeras solo se admiten si se trata de rarezas, como en el caso del cortometraje de Méliès. “Pero hay veces que una vez estamos escaneando descubrimos que las imágenes son de unas vacaciones en Roma. Y ese no es nuestro cometido, porque nuestro tiempo y nuestros recursos son limitados. Hay que poner un límite en algún sitio. Por ejemplo, ya no aceptamos tampoco cintas de video, porque son fácilmente digitalizables. Las de 8 mm, Super 8 mm, 9.5 mm, 16 mm y 35 mm no son fáciles de digitalizar ni conservar, y menos con el cuidado con el que lo hacemos nosotros aquí. Por eso son nuestra prioridad”.

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