AlicantePlaza

por amor al arte

Sophia Loren

Pablo Casado está concentrado en las listas de Alicante que le acaba de pasar Teo García-Egea, que, como buen secretario general, sale huyendo sin rumbo conocido en un coche -sonando a toda leche Taburete, Richard Wagner, José Manuel Soto y Bertín Osborne- cargado de venenosas intenciones y con la única y sacra misión de enzarzar el destino. Regreso al futuro. Ante un Casado, delgado, puntiagudo y mediovestido, su mujer se atusa la combinación, suspira y ya añora allí mismo aquel antiguo Huerto del Cura que su padre acaba de vender a Toni Mayor, el alma del Bloc del País Valencià y presidente de HOSBEC. Y, de repente, Isabel Orts, levanta la mirada. Un trayazo. Las pantallas escupen indistintamente la imagen de su esposo, la de Santiago Abascal o la de Albert Rivera. Su vida anda revuelta. Así es su marido: un desastre de habitación. El ventilador de Peret.  Observa, tirados en la moqueta,  los poemas inéditos de Miguel Hernández que acaba de publicar Jesucristo Riquelme. Lejos, pero muy cerca, el dosier que Enrique Ortiz reparte sobre su familia. Los periódicos de antes de ayer vuelan, dispersándose, tiznando en la red las noticias de la semana que viene. Más allá, apilados en un peñasco tambaleante, se suicidan en una catarata incontenible los mensajes encriptados de Trump y Putin y de Europa Chistri, el partido polaco de Steve Bannon. Los informes de los servicios secretos sobre el speaker Bercow y de Theresa May sepultan la novela Los Asquerosos recién empezada -y abandonada- de Santiago Lorenzo. Está cansada de besar y a desconocidos y odia a los amigos. No soporta a José Císcar. Y menos a Eva Ortiz. Su marido, futuro presidente del reino de España ya ni sufre ni siente. Alguien entra y grita: ¡llueve!. Carraspea la punta de algún cigarro entre los nenúfares del estanque. Espera. Sale a respirar la luna y llama a Begoña Gómez Fernández. Sí, tenemos que hablar. Que tampoco se entere Pedro.

Pablo Iglesias se santigua y sale al escenario. El gobierno socialista pone reparos a la ley LGTBI de Mónica Oltra. Luis Barcala mira otra, sí, mira otra vez el techo de escayola. Y pide otro Cantueso Oro. Pedro Sánchez y Ximo Puig sonríen eufóricos junto a Paco Sanguino. Luis Enrique sube al andamio. Un rayo de luz dibuja sobre el césped todas las alineaciones y lanza un sonido gutural selvático. Que resuena en el estadio vacío. Alfonso Guerra prefiere un pacto con Ciudadanos. Vicente del Bosque saborea una copa de Haydn. Purgas. euforias, abandonos.  Promesas bíblicas. Sangre, lágrimas, tierras prometidas. Notarios que regalan Segways. Matrículas gratuitas. Mañana lunes todos los partidos cuadrarán las listas a martillazos. La llumenà. Casado se queda Madrid. Isabel Bonig salva los muebles. Su sustituta será -Ave María Purísima, Dios nos coja confedasísimos- María José Catalá. Regresa la derecha extrema, el niño del negocio Zaplana: José Joaquín Ripoll. Macarena Montesinos arrastra también a la vieja -Sanchís y Naseiro- guardia popular a la zaplanaesfera y más allá hasta el intercambio neolítico y pirenaico del poder valenciano que no quiso o pudo huir a C’S. Juan Francisco García, el jefe del gabinete de Eduardo, cobraba una mordida Levy Strauss mensual de 3.158 euros por la concesión de la televisión en los hospitales públicos. Terror en la UE por la vuelta a sus paises de orígenes de los yihadistas del Califato de ISIS.

Recibe toda la actualidad
Alicante Plaza

Recibe toda la actualidad de Alicante Plaza en tu correo