El pueblo alicantino estaba de celebración y de homenaje al ejército español y a las fuerzas de orden público en un jolgorio colectivo. En este ambiente de fiesta nada hacía presagiar el atentado que se iba a producir ese día.
Por las calles alicantinas desfilaban tropas del Regimiento de Infantería nº 4. Este desfile estaba destinado a homenajearlos – como en toda España - por la intervención del ejército (legionarios y regulares de África) y de fuerzas de orden público (guardia civil) en los sucesos revolucionarios de Asturias, sofocando la rebelión, según nos narra el cronista Enrique Cerdán Tato en La Gatera. Recordará este suceso, fue un movimiento revolucionario que terminó en un movimiento armado contra el gobierno republicano. Ocurrió entre el 5 y 19 de octubre de 1934.
Pero deje que vuelva al desfile y al acto terrorista que pasó durante su recorrido, que es el objeto de esta crónica y no otro. Entre los vítores, los aplausos, los vivas, se escuchó un disparo. De la sorpresa se pasó al revuelo. Gritos, carreras, confusión. El desfile se paró. El militar a quien iba dirigido el tiro se vio rodeado de su escolta. Uno de ellos corrió detrás de su agresor para evitar que disparara de nuevo, para detenerlo.