ALICANTE. Hasta hace 10 años, Toni Alcolea había trabajado en el mundo de la preimpresión —esto es, la maquetación, la corrección y esa sucesión de procesos necesarios para que un texto llegue a imprenta—. Entonces, una enfermedad grave lo obligó a replantearse la vida. Decidió montar una editorial en València, más pequeña y, en consecuencia, más tranquila. No empezaba de cero. Había escrito libros infantiles y tenía cierta experiencia en el sector. Apostó especialmente por la poesía y determinó que combinar autores de prestigio con otros emergentes sería su rasgo diferencial. 400 publicaciones después, Olé Libros está a punto de cumplir una década y, casi a modo de celebración, la marca ha optado por ampliar la familia: Iglú, su primer sello infantil, nace para “introducir el placer de la lectura en niños y niñas”.
La editorial, no obstante, se desmarca del concepto tradicional: “Apostamos por no infantilizar los textos. El libro infantil es también un libro de adultos”, esclarece Alcolea. Y en su misión por demostrarlo, asume con responsabilidad el papel del editor: “Hay que tratar con el máximo respeto al público de menor edad, y lograr, desde su inicio en el mundo de la lectura, un refinamiento de sus gustos”. Su compañero César Martín, el principal promotor de Iglú, suscribe el objetivo de la marca: “Nuestros títulos han de pasar con buena nota la lectura por parte de un adulto». Por todo ello, Iglú dice dirigirse a niños y niñas “de 0 a 100 años”.