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TODO DA LO MISMO

Ricardo Rabasa, el músico valenciano que sin saberlo se adelantó al postpunk

VALÈNCIA. Marc Hurtado se expresa artísticamente a través del cine, la escritura y la música, pero su trabajo siempre discurre al margen de las convenciones de cualquier tipo de código establecido. Nació en Marruecos hace 60 años, vive en Francia y sus raíces también son valencianas. En 1977, acompañado por su hermano Eric, montó su primer grupo en Grenoble. Étant Donnés heredaba el afán de ruptura de las vanguardias europeas del siglo XX –cogieron su nombre de una obra de Marcel Duchamp- que definió también buena parte de la escena musical neoyorquina de los setenta. Suicide, Mars o Teenage Jesus & The Jerks siguen siendo una constante en el trabajo de Hurtado, que estuvo el otoño pasado en València actuando con Lydia Lunch, ambos interpretando temas de Suicide y Alan Vega. Dicho concierto formó parte de las actividades de la Mostra, que en esos mismos días dedicaba un ciclo a su cine. Durante los encuentros con los medios que mantuvo en torno a aquella estancia, Hurtado mencionó en alguna ocasión a sus ancestros valencianos. Pasó los veranos de su adolescencia en El Perelló. Fue en la discoteca Bunker donde descubrió a Giorgio Moroder y la canción “I Feel Love”. Aquellos veraneos están ligados al recuerdo de Ricardo Rabasa, su abuelo materno. Sin su influencia, es posible que no se hubiese lanzado a hacer su propia música.

Autorretrato de Marc Hurtado

Ricardo Rabasa nació en València en 1900. Su padre, Salvador Rabasa, sentía pasión por la música, pero no tuvo más opción que ganarse el pan trabajando como obrero metalúrgico. Un día anunció a sus tres hijos, Ricardo, Alberto y Salvador, que cada uno de ellos aprendería a tocar un instrumento, así se librarían de tener que ejercer un trabajo como el suyo. Años después, Ricardo ganaba un premio en el Conservatorio por su maestría con el chelo. Tocaba el piano, el acordeón, el saxo, la guitarra, la percusión y, además cantaba. Sus hermanos también eran multi instrumentistas, así que montaron una banda con su padre. Interpretaban piezas de música clásica, pero acabaron por dedicarse a un repertorio de canciones populares. Recorrieron València, después empezaron a actuar por España y eso le llevó a dar conciertos por el norte de África. La Guerra Civil española les sorprende en Túnez y allí se queda la familia Rabasa, tocando en bares, casinos y también en burdeles.  Ricardo se fue a tocar y a vivir a Rabat acompañado de su mujer siciliana Rosine, y su hija, Arlette. Esta se enamoró de un ex cantante de ópera, Félix Hurtado, que había abandonado su carrera en Barcelona para unirse a su padre, un combatiente republicano refugiado en Marruecos.

Con el tiempo, los miembros de la familia se van desperdigando. Ricardo se instala en Francia donde monta la Orquesta Sol y Sombra con unos amigos. Salvador se va a Senegal y Alberto, a Túnez, donde está Salvador padre, que ahora se dedica a la pintura y a escribir novelas. , A pesar de mantener activa su creatividad, el fin de su carrera musical lo va sumiendo en una depresión. Un buen día va a visitar a sus amigos y se despide de ellos de uno en uno, insistiendo en que aquello no es un hasta luego, sino un adiós. Luego llega a casa, le pide a su mujer que le prepare un café y antes de que ella regrese de la cocina, se pega un tiro en la sien. Aunque la música que interpreta y compone Ricardo seguirá siendo festiva, el suicidio del padre marca el tono de sus letras. Tras una larga estancia en Marruecos, vuelve a Francia y en Grenoble montará otro grupo acompañado de unos amigos y su hijo, Guy Rabasa. Hacen versiones de temas populares –tangos, rumbas, pasodobles, chachachás, rock- y también canciones compuestas por el propio Rabasa. Dos de esas canciones serán grabadas y editadas en un sencillo de Ray Allen et son Orchestre, el resto de sus composiciones quedará inédito. Ese material queda documentado gracias a una grabadora Philips, con la que registra en su habitación, ensayos donde él canta y toca todos los instrumentos. Acompañado por una orquesta imaginaría, en sus grabaciones se le oye reírse y pedir disculpas a su supuesto público “porque los músicos son malos”.  De manera inconsciente, está mostrándole a sus nietos un camino artístico.

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