VALÈNCIA. Con las bolsas de las tiendas de discos pasa un poco como con las camisetas de grupos; son indispensables vehículos de transmisión de códigos internos, que ayudan a los miembros de una subcultura a identificarse recíprocamente en cualquier circunstancia. A la mayoría de los mortales con los que te cruzas por la calle le importa un bledo el logo estampado en la bolsa de plástico en la que portas tu última adquisición musical; sin embargo, cualquier melómano coleccionista de discos que encuentres en tu camino escaneará a distancia tu pelo, tu ropa, (y tu bolsa), y podrá determinar con poco margen de error qué tipo de música escuchas, con qué clase de gente te mueves y qué antros sueles frecuentar. Todo en cuestión de segundos, estilo RoboCop.
Este tipo de comunicación no verbal, que a menudo se produce de forma fugaz y en espacios públicos, no se zanja necesariamente con un intercambio de palabras o sonrisas, sino con una mirada enigmática de reconocimiento mutuo que es muy divertida, porque está cargada de respeto, dignidad y una pequeña distancia emocional que sirva para mantener las formas y seguir molando por la vida.
Este tipo de códigos resultan especialmente útiles cuando viajas a una ciudad extranjera cuya cultura subterránea no controlas (todavía). En esos casos, las tiendas de discos pueden ayudarte a escapar de las tiendas aburridas y los bares de moda que recomiendan en la Lonely Planet y a ti te importan un pimiento. Si quieres averiguar dónde está tu lugar, tienes dos opciones esencialmente: abordar en la calle a alguna hermana gemela a la que veas con una camiseta de, pongamos, Neurosis o Tragedy, o seguir el rastro de las tiendas de discos.
Las bolsas de plástico pensadas para contener vinilos funcionan como hilo conductor en el libro que acaba de publicar el coleccionista madrileño Manuel Celso Puñonrostro en la editorial de La Fonoteca, en cuya web ya pueden adquirirse los primeros ejemplares. Se trata de un recorrido por la memoria y el presente de las tiendas de discos en España en el que se reproducen más de 200 bolsas recopiladas durante los últimos 25 años por Manuel junto con el de algún colaborador más. Con la intención de rendir homenaje a las tiendas de discos y documentar su importante papel en la cultura popular, Plásticos incluye también testimonios y anécdotas personales de músicos, periodistas, responsables de sellos discográficos, promotores y otras personas de la industria musical española.
La variedad es enorme, puesto que incluye tiendas míticas, de referencia absoluta, pero también otras menos conocidas; también conviven las tiendas de reciente creación con otras ya desaparecidas. En este último caso, podríamos hablar de “bolsas incunables”. Un ejemplo de ello es Confecciones Drácula, tienda que inauguró Paloma Borbone cerca de las Torres de Serrano de Valencia en 1999 en la que, además de discos, se vendía todo tipo de parafernalia de cultura popular, desde ropa y zapatos hasta objetos de decoración.