Dejamos al president de la Generalitat la semana pasada cada vez más solo y abandonado a su suerte, pero en esta semana Carlos Mazón ha logrado dar un golpe de timón a su trayectoria al alcanzar un acuerdo de Presupuestos con Vox. Si bien esto no le servirá para enmendar sus errores y realizaciones previas (desde la noche del 29O es un líder abocado a dejar de serlo, como muy tarde, cuando haya elecciones), sí que le servirá para seguir liderando durante más tiempo, por la vía de retrasar las elecciones al menos un año, quizás hasta agotar la legislatura, y al mismo tiempo alejar el fantasma de un relevo en la Presidencia de la Generalitat dentro de su propio partido.
Mazón se ha movido para que no le muevan la silla, principio motor de todas sus decisiones desde que se produjo el desastre de la Dana y se evidenció su lamentable papel en el mismo. Para ello, ha recurrido a su socio de confianza: Vox, con quien tardó muy poco en alcanzar un pacto de Gobierno y de investidura tras las elecciones autonómicas de 2023, con quien gobernó sin problemas ni divergencias dignas de mención, y a cuyo vicepresidente de cultura tauromáquica, Vicente Barrera, despidió con lágrimas en los ojos y gran pesar hace menos de un año. Ahora Vox vuelve a vincularse estrechamente con Mazón, y lo hace desde Madrid, al igual que lo hizo en 2023 y lo deshizo en 2024.
Vox apoya, como es notorio, para sostener a Mazón en la convicción de que esto seguirá restando votos al PP, en la Comunitat Valenciana y en el resto de España. Votos que irán a Vox en su mayoría. Una estrategia que ahora obligará a Vox a efectuar acrobacias cada vez más prodigiosas; dado que fue Vox quien invistió a Mazón y es Vox quien le sostiene... ¿cómo conseguir, al mismo tiempo, ser beneficiario de la erosión electoral de Mazón? Fundamentalmente porque el votante que se disputan PP y Vox no puede irse a ningún otro sitio (tal vez a "Se Acabó La Fiesta", pero ni siquiera podemos asegurar que esa candidatura tenga algún tipo de implantación real, pasado el experimento que siempre son unas Elecciones Europeas).

- Vicente Barrera (i) y Carlos Mazón (d) -
- Foto: JORGE GIL/EP
Así que, mientras a Vox le salgan las cuentas, tenemos Mazón para un rato. Tampoco mucho, pues la fecha de caducidad está clara: mayo de 2027, que es cuando termina la legislatura y habrá que convocar elecciones de nuevo. Unas elecciones que muy posiblemente se mezclen con elecciones generales, si tenemos en cuenta el gusto de Pedro Sánchez por los golpes de efecto y por jugárselo todo a una carta. Se trata de un escenario que en condiciones normales difuminaría la política valenciana y nuestros problemas específicos, pero que dada la notoriedad que, a nuestro pesar, ha conseguido Carlos Mazón entre los medios de ámbito nacional-madrileños, previsiblemente sí que ponga la campaña valenciana en primer plano, porque ahora mismo es uno de los principales argumentos de la izquierda, en el conjunto de España, para atacar al PP. El argumento de siempre: puede que no os guste votar a la izquierda, con sus múltiples insuficiencias, con la caradura que ha acreditado tener el presidente del Gobierno, con todo... ¿pero vais a votar al PP para que pacte con Vox?
Se trata de un argumento que sirvió en 2019, en 2023 y tal vez vuelva a servir en 2027, aunque sólo sea porque, efectivamente, es verdad que el PP para gobernar muy probablemente vaya a necesitar a Vox. Y si el modelo de colaboración PP-Vox es el que nos presta la Generalitat Valenciana, visto el balance que merece hacer hasta la fecha, eso constituye un problema para Alberto Núñez Feijóo. Si lo sabrá él bien que, tras tragarse el sapo del pacto de Mazón con Vox, ya ha avisado de que no irá al congreso del Partido Popular Europeo, que finalmente se celebrará a finales de abril en Valencia. Una decisión insólita y que sólo puede explicarse por el afán del líder del PP por no mezclarse, de ninguna manera, con Mazón y con lo que el dirigente valenciano conlleva, en términos de deterioro de imagen pública.
También en la oposición, en el PSPV y en Compromís, les va bien si sigue Mazón. Por las mismas razones que a Vox: es un president de la Generalitat muy débil y sin credibilidad alguna para liderar un proyecto político. Así que algunos de quienes apoyaron o apoyan al PP tal vez se vayan con la oposición; y -sobre todo- muchos votantes potencialmente afines a la izquierda que se abstuvieron en 2023 estarán mucho más movilizados ahora, en particular en la provincia de Valencia.
Este escenario explica que, particularmente el PSPV, ponga cara de preocupación con Mazón, pero a la hora de la verdad no haga nada de nada: más concretamente, que no registre una moción de censura. Una decisión que es absolutamente incomprensible. Ante una tragedia sin parangón, con cientos de muertos, miles de afectados directamente, y en la que concurren indicios claros de que el papel de la Generalitat Valenciana, y sobre todo el de su presidente, no estuvo a la altura de las circunstancias; respecto del cual se podría decir, incluso, que contribuyó en no menor medida al desastre y sobre todo a las muertes (por no avisar ni prevenir en tiempo y forma a la población); en un contexto en el que ya se está indagando judicialmente al respecto y donde se apunta también hacia Mazón y su gobierno... ¿Ni así es suficiente para presentar una moción de censura? ¿Qué sería necesario, entonces?

- Mazón, en la reunión espontánea con víctimas de la Dana en el Palau. -
- Foto: EP/Rober Solsona
Si no se hace, es por orden de Madrid: del PSOE. Se considera desde allí que es una moción destinada a fracasar y por tanto no merece la pena. Una cuestión -el fracaso- que parece clara, pero que no invalida el efecto político de la moción. Y que evidencia, además, que la estrategia del PSOE y de Pedro Sánchez es coincidente con la de Vox: piensan que les conviene que Mazón siga allí todo el tiempo que sea posible. Esta actitud confluye con la lamentable actuación de Pedro Sánchez y su Gobierno en los primeros momentos tras la Dana, cuando se evidenció que no querían de ninguna manera que las consecuencias del desastre les afectasen. Así, el Gobierno español se puso de perfil, sin hacer lo que haría cualquier gobierno digno de ese nombre: tomar las riendas de la situación ante la inacción de la administración autonómica y afanarse por socorrer a las víctimas, sin preocuparse en lo más mínimo por las posibles críticas derivadas de la "usurpación" de funciones.
Por el contrario, Sánchez hizo como si la cosa no fuera con él, porque electoralmente piensa que le conviene que Mazón aparezca como máximo y único responsable. Y tenemos un presidente que piensa siempre en términos electorales. Por eso viajó una y otra vez a la isla de La Palma en 2021 ante una catástrofe natural de gran magnitud, pero con un fallecido, y sólo ha viajado una vez a reunirse con las víctimas de la Dana (228 fallecidos). Una actuación, la del presidente del Gobierno, que rivaliza con la del propio Mazón en cuanto a falta de humanidad, de altura política y de dignificación de su cargo público en los meses que han seguido al desastre en sí, y que si queda difuminada ante el público es porque Mazón es una figura totalmente desacreditada de inicio por su actuación en el mismo día del desastre, cuestión esta en la que poco o nada se puede reprochar a Sánchez. Pese a lo cual, y una vez Mazón por fin se ha dignado recibir a algunas víctimas (aunque sea de improviso y de mala manera, en un pasillo), la permanente ausencia de Pedro Sánchez comenzará a ser un elemento progresivamente más erosionador y digno de crítica pública, al menos en la Comunitat Valenciana.