En los últimos años, Elche ha sido testigo de un fenómeno preocupante: la marcha de empresas de gran relevancia que, lejos de fortalecer el tejido empresarial y la competitividad de la ciudad, han optado por trasladar sus operaciones a otras localidades. Este éxodo empresarial debería encender todas las alarmas en el ámbito local, ya que no sólo implica una pérdida directa de empleo, sino también un debilitamiento estructural que podría tener efectos devastadores a medio y largo plazo.
Dos ejemplos recientes ilustran esta situación de manera contundente. El primero es el caso de Musgrave España, una empresa referente en el sector de la distribución de alimentos en el arco Mediterráneo, que ha decidido trasladar sus instalaciones a una moderna sede en el polígono ‘Las Novias’ de Monforte del Cid. Este movimiento, que unifica su almacén central y oficinas en una plataforma logística de 27.000 metros cuadrados, pone fin a sus operaciones en Elche y Mercalicante, movilizando fuera de nuestra ciudad una plantilla de 400 trabajadores. Las razones tras esta decisión son claras: la falta de espacio en sus instalaciones actuales y los lentos trámites urbanísticos que obstaculizaron su crecimiento en la ciudad.
El segundo ejemplo es el de Tempe que ha creado una nueva filial para desarrollar un gigantesco centro logístico en Parc Sagunt. La pregunta que surge es inevitable: ¿Qué está fallando en Elche? Ambas empresas mencionan problemas relacionados con la falta de espacio y las trabas administrativas como motivos principales de su decisión de instalarse en otros municipios. Esto pone de manifiesto una gestión local que no está alineada con las necesidades del tejido empresarial. Los procesos burocráticos largos y complicados, la falta de suelo industrial disponible, los precios elevados del metro cuadrado y las pocas medidas efectivas para atraer o retener inversiones están erosionando la competitividad de la ciudad frente a otras localidades de la región.