Opinión

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El eurocristiano tibio

¿Por qué siguió el declive del eurocristianismo con el papa Francisco?

"El cristianismo nunca pretendió ser una religión étnica, ni nacional; su aspiración siempre fue llevar el mensaje evangélico a todos los rincones del mundo"

Publicado: 27/04/2025 ·06:00
Actualizado: 27/04/2025 · 06:00
  • El papa Francisco.
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El 28 de febrero de 2013 se hizo efectiva la renuncia al papado de Benedicto XVI. Declarada vacante la sede apostólica, el Cónclave de los cardenales electores se inició el 12 de marzo. Con inusitada rapidez, al día siguiente resultó elegido el cardenal Jorge Mario Bergoglio. Se trataba del primer Papa que adoptaba el nombre de Francisco, el primer Papa jesuita y el primer Papa americano. De lengua natal española, origen italiano y nacionalidad argentina, habría que retroceder cerca de trece siglos para dar con su inmediato predecesor no europeo. Personificaba el éxito mundial de una religión dos veces milenaria fundada a orillas del Jordán, pero también su patente declive en Europa.

 

Durante el pontificado de Francisco ha disminuido el número de católicos en Europa a un ritmo aproximado de unos 400.000 por año"

 

En septiembre de 2024, tras un viaje apostólico por Indonesia y Oceanía, el papa Francisco declaró que convenía superar el eurocentrismo al pensar en la Iglesia. Esa invitación habría carecido de sentido si el cristianismo no hubiese estado asociado a la cultura europea desde un principio. Sin embargo, el cristianismo nunca pretendió ser una religión étnica, ni nacional. Su aspiración siempre fue llevar el mensaje evangélico a todos los rincones del mundo. Por tanto, no debería haber sido nunca una religión eurocéntrica. Pero, en el siglo IV, el cristianismo se vinculó al poder imperial romano y a partir de entonces se inició el proceso que lo convertiría en la religión hegemónica en Europa. Tal era el origen de la estrecha relación recíproca entre el cristianismo y la cultura europea.

Durante el pontificado de Francisco ha disminuido el número de católicos en Europa a un ritmo aproximado de unos 400.000 por año. En total, puede que ahora haya 4 millones menos de católicos europeos. En cambio, dicho censo ha aumentado 7,2 millones en África, 6,9 millones en América y 0,9 millones en Asia. Esos balances indican que la actividad apostólica de Francisco ha tenido mucho más éxito en los otros continentes que en el europeo. ¿Por qué? Un primer dato a tener en cuenta es que, a pesar de que sus críticos internos lo nieguen, todos los mensajes de Francisco gozaban del correspondiente apoyo bíblico. En ese aspecto, el Papa se ha atenido a los textos fundacionales cristianos.

 

Francisco ha tratado de materializar el supremo mandamiento de que amemos a nuestros semejantes como a nosotros mismos"

 

Como se sabe, ha insistido en la protección a los inmigrantes, una actitud que ya se recomienda en el libro del Éxodo. Ha insistido en abrir las puertas de la Iglesia a todos, predicando el perdón. Y del perdón se habla extensamente en los evangelios. Ha clamado contra el cambio climático y a favor de la protección de la Naturaleza. Si, según el Génesis, el origen último de la Naturaleza fue un acto creativo divino, ¿cómo no deberíamos cuidarla y protegerla? Nos ha instado a atender a los pobres, elogiando una Iglesia pobre y para los pobres. Y no solo la primera bienaventuranza está dedicada a los pobres, sino que los evangelios recomiendan que vendamos nuestros bienes y los demos en limosna. Se ha declarado incapaz de juzgar a los homosexuales y a los divorciados que quieran acercarse a la fe. Y los evangelios nos recomiendan que no juzguemos, para no ser juzgados. Y nos dicen que todos somos hijos de Dios. Ha tratado de mejorar el estatus de las mujeres en la sociedad y en la Iglesia. Si, según el Génesis, Dios creó tanto a los hombres como a las mujeres a su imagen, ¿cómo no situarlas en un plano de igualdad con los hombres? ¿Y cómo no hacerlo si hablamos de la religión que elevó a una mujer al rango de madre de Dios y de papa, fervoroso mariano, que no paraba de regalar rosarios y estampitas de una Virgen que deshacía nudos? Ha tratado de corregir los abusos sexuales cometidos a niños por eclesiásticos. Y nos avisan los evangelios de que sería mejor que nos hundiésemos en el mar en vez de escandalizar a los pequeños. Ha combatido la corrupción económica en el seno de la Iglesia. Y podemos leer en los evangelios que los templos deberían ser casas de oración para todas las gentes, que no cuevas de bandidos. De hecho, Jesús expulsó a los mercaderes del templo. Ha trabajado a favor de la paz y de del desarme. Y una de las bienaventuranzas está dedicada a los pacíficos. Por no hablar de que Jesús no recurrió a ningún ángel con espada para evitar que lo crucificasen. Ha reformado la curia vaticana y ha criticado el clericalismo. Y Jesús criticaba la hipocresía de los fariseos y de los escribas. En suma, Francisco ha tratado de materializar el supremo mandamiento de que amemos a nuestros semejantes como a nosotros mismos.

Si Francisco nunca se ha desviado de los consejos bíblicos y ha estimulado fuertemente la ética del amor y del perdón cristianos, ¿cómo es que las iglesias siguen vaciándose en Europa? Yo no tengo la respuesta, sino solo una hipótesis. Todas las iniciativas citadas, que constituyen el meollo de la doctrina de Francisco, tienen que ver con nuestra vida en este mundo. Y, como tales, pueden ser compartidas por todo tipo de personas de buena voluntad. De ahí la simpatía que muchos ateos socialistas y comunistas han sentido por Francisco. No era fingida, sino bien real y fundamentada. De hecho, el grupo de Puebla, del que forman parte el socialista Zapatero, el separatista Junqueras, el juez Garzón y el comunista Enrique Santiago, ha emitido un elogioso comunicado sobre "el legado humanista de Francisco"

Mejorar las vidas de los pobres, de las mujeres, de los niños, de los inmigrantes, de las minorías sexuales, proteger los ecosistemas, y oponerse a la corrupción y a las guerras, son todas ellas tareas terrenales. El problema es que muchas de esas tareas, excepto combatir el aborto, están siendo llevadas a cabo con bastante eficacia por los sistemas del bienestar de las sociedades europeas. ¿Cuál sería, pues, el criterio diferencial del cristianismo? Por no alejarme de los textos bíblicos, me remito a lo que dijo Pablo de Tarso en su epístola a los Corintios (15: 12) “Ahora bien, si predicamos que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que andan diciendo algunos de vosotros que no hay resurrección de los muertos? Si no hay resurrección de los muertos, tampoco Cristo resucitó, y si Cristo no resucitó. nuestra predicación es vana, y vana también vuestra fe.”  He ahí un aspecto central de la doctrina cristiana que ningún sistema del bienestar europeo puede suplir. Y, en la medida que los predicadores no insistan en que no todo se acaba con el óbito corporal, los demás discursos, por caritativos que sean, entrarán en competencia con las ideologías humanistas. Varios documentos eclesiales han condenado tanto el comunismo como el liberalismo, defendiendo una doctrina social cristiana bastante parecida a la socialdemocracia. En ese sentido, quizás el cristianismo esté muriendo en Europa de éxito, pues sus ideales terrenales han sido asimilados por una amplia mayoría de los ciudadanos. Pero reducir el cristianismo a un humanismo solidario, feminista y ecologista es privarlo de la esperanza en la vida eterna, lo único que ninguna ideología meramente humana puede ofrecer. Acaso esa sea una parte de la explicación del declive cristiano europeo, cosa que Francisco, que ya ha vuelto a la casa del Padre, sabrá ahora con certeza. 

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