Opinión

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Otras Navidades

Publicado: 22/12/2025 ·06:00
Actualizado: 22/12/2025 · 06:00
  • Nick Brandt
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CASTELLÓ. Las fiestas de estos días rodean el barrio centro de Castelló. Vivimos sitiadas por mercadillos navideños, concentraciones moteras navideñas con su estruendo, el exceso de luces de colores, la música constante de villancicos, el del acordeón que recorre la ciudad a ritmo de pasodobles, el de los globos que acechan a los más pequeños, esa alfombra roja raída y sucia en algunos tramos comerciales, las colas para ver al emisario de Papá Noel, que el auténtico permanece en Laponia, a la espera de cumplir con millones de deseos infantiles. Caminar por el centro es un desafío, un reto, el cambio de ritmo para no atropellar o tropezar. El Parque Ribalta es un escaparate del regalo, miles de personas pasean a todas horas entre el recinto verde y el resto de plazas céntricas llenas de casetas de artesanía y productos agroalimentarios. Vivimos estos días sitiadas en el ruido permanente, en el masivo paso de las personas que se aglomeran ante cualquier motivo. En el otro Castelló, el de segunda, se viven con calma y a oscuras estas fiestas.

Pancho y su torpeza, y su artrosis de cadera, caminan a trompicones entre las vías del Parque Ribalta (que sigue sucio y descuidado). Paseamos ayer, recibiendo el solsticio de invierno, a primera hora de una mañana gris y fresca, envueltos por el silencio de un parque sin público, entre los primeros bostezos de los árboles desnudos, de los sotos poblados de verde. Pancho camina cada vez peor, tropezando casi a cada paso, nuestros paseos son interminables. La Navidad también acecha a quienes no pueden celebrarla, a quienes no les gusta celebrarla. La Navidad acecha a las soledades no deseadas. Porque hay Navidades para todos los deseos, para el bien y para el mal, para el odio y el amor. 

Y hay Navidades para los excesos y el gran consumo. Según datos de la Asociación Española de Consumidores, este año se supera el gasto de las pasadas navidades. En las comarcas castellonenses el gasto medio por persona es de 1.246 euros para celebrar estas fiestas, un gasto excesivo a pesar de que esta tierra permanece en la estadística nacional por debajo de la media. Los comercios de proximidad se quejan de no poder competir con el comercio online, ya no frente a las grandes superficies. Los hábitos de consumo han cambiado. Es más cómodo y barato comprar frente a un ordenador, una tablet o un teléfono móvil. No hay vuelta atrás y esta sociedad, y sus instituciones públicas, deberán plantearse todos los significados del comercio de proximidad. 

  • Adolf Dietrich.

Este año que se nos escapa ha dejado un mundo violento, despiadado. Hay otras muchas Navidades diferentes, crueles. En Gaza, desde que se acordará aquel exhibicionista Alto el fuego, de Trump, han sido asesinadas por el Ejército sionista cerca de quinientas personas civiles palestinas. La climatología, en Palestina hace frío en diciembre, ha sumado unas condiciones pésimas y fuertes lluvias a la calamidad, a la muerte. El pueblo de Gaza sobrevive en tiendas de campaña desgarradas, sobreviven a las inundaciones. La ayuda humanitaria, la alimentación, llega en cuentagotas. Siguen los obstáculos que frenan la entrada de ayuda, que frenan los servicios sanitarios, la llegada del agua, la llegada de la vida. Es una constante violación de los Derechos Humanos. 

Mientras Gaza sigue agonizando frente al silencio internacional, la violencia extrema se ceba en los Territorios Ocupados de Cisjordania con ataques y asesinatos constantes. Palestina es un campo de batalla permanente, controlado por Israel y su gobierno, por el genocida de Netanyahu. Y, ahora, sufren, además, el silencio y el olvido de tantos países que defendieron, hace unos meses, la paz, la libertad y la justicia social.

Hay otras navidades que se ceban en la cercanía con las personas vulnerables, con esa enorme bolsa de pobreza que no cesa de crecer en este país de panderetas y zambombas. Los niveles de calidad de vida y las desigualdades son alarmantes. Y no pasa nada. Sigamos cantando villancicos. 

  • Paul den Hollander.

Mi vecina Carmen ya ha empezado su ruta navideña familiar, para compartir estos días con sus hijas, hijos y nietos. Hasta bien entrado el mes de enero, no regresará a casa. Esta semana pasada quedamos para comer el viernes. Y comentamos los sinsabores de unas Navidades extrañas y contradictorias. Las elecciones extremeñas que confirmarán la entrada de lleno de la ultraderecha, un punto de partida, junto al país valenciano, para acelerar los malditos cambios que ya se viven en Europa y en Latinoamérica. En Chile ha ganado las elecciones un fanático, un seguidor de Pinochet, que fuera uno de los fascistas más sanguinarios de la historia. Trump se frota las manos por esta evolución y ascensos de los populismos más odiados. 

En Navidades arderemos en la hoguera de las vanidades, pero guardaremos lo mejor de nosotros para dedicarlo a nuestros pequeños, a su fantasía e inocencia, a esas manos abiertas y grandes ojos que te miran con toda la ternura. Todo sea por los más pequeños, por nuestros hijos y nuestros nietos, que merecen un mundo mejor. 

Buena semana. Buena suerte.
No se olviden de Gaza, ni de Cisjordania. 

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