Salen a la luz estos días los safaris humanos que se organizaron a principios de los noventa para asesinar ciudadanos bosnios en el cerco de Sarajevo, en el contexto de la última guerra en Los Balcanes. Niños y embarazadas eran como un trofeo especial que se ejecutaba desde las colinas altas de la ciudad, dominadas por los serbo-bosnios comandados por Radovan Karadzic, o desde los pisos altos de la llamada Avenida de los Francotiradores. El periodista italiano Ezio Gavazzeni lleva tiempo documentando y denunciando esta perversión que solo puede provocar vómito e indignación.
Y ello a pesar de que en 2022 se estrenó un documental del eslovaco Miran Zupari, producido por Al Jazeera, titulado Sarajevo Safari que tuvo nula repercusión en los medios audiovisuales europeos, tal y como denunciaba el propio el propio Gazavveni este sábado en una amplia entrevista en El Mundo, después de que todos los medios nacionales españoles, y europeos, lleven una semana con el tema, llevándose las manos a la cabeza. La Fiscalía italiana ha abierto diligencias sobre la barbarie; los crímenes de lesa humanidad no prescriben. Y en eso están los fiscales Marcello Viola y Alessandro Gobbis. Destaco sus nombres porque en estos momentos conviene subrayar la valentía, como en su día se denunciaron judicialmente desde España los vuelos de la muerte de Videla y las torturas y asesinatos de Pinochet (con españoles afectados).
En los vuelos a Sarajevo, que tenían como destino la capital serbia, Belgrado, se llegaban a pagar hasta 90.000 dólares. Participaron grupos organizados de italianos y, ojo, también de españoles ricos y relevantes según el periodista/investigador: “Mataban sin ningún tipo de moralidad”. En vez de asesinar elefantes o leones, como hacía nuestro exilado de honor en Emiratos Árabes, asesinaban personas como quien mata moscas con una paleta. No sé si aquí se puede evocar la “banalidad del mal” de Hanna Harent aludiendo a los mandos nazis que gaseaban judíos en los campos de concentración: gente “normal” que obedecía o bien a un ideario o bien ejecutaba órdenes de sus superiores en aras a la supremacía étnica aria.
No hay calificativo para calificar esta depravación. Pier Paolo Pasolini rodó Saló en en 1975. el año de su asesinato a manos de un supuesto chapero (nunca se ha esclarecido el caso). Saló esta basada en un texto del marqués de Sade, Los 120 días de Sodoma. Una descripción épica del sadismo en alusión a los excesos de la dictadura fascista de Benito Mussolini. Yo solo la he visto una vez, en mi época universitaria, aunque he hecho un intento fallido de revisitarla (está en Filmin), No puedo. Me enferma la escena de cuando arrojan pasteles con alfileres dentro al grupo de jóvenes raptados para las orgías de una elite maligna, rodeada de cuadros de la vanguardia futurista. Es la aproximación más directa que tengo con respecto a lo de Sarajevo, ciudad que visité a principios de 2.000 y que me fascinó.
El genocidio de Gaza tiene antecedentes muy sonoros, como la guerra de la antigua Yugoeslavia y la pasividad de Europa en no asistir al auxilio del único país de mayoría musulmana en pleno corazón de Europa. Musulmanes culturales: la laicidad dominaba y domina en todos los circuitos sociales y culturales a pesar del intento de algunas potencias (Irán) de reislamizar el país.Todo en aras al ultranacionalisno insaciable y obsceno de Slodovan Milosevic. Tuvo que se Clinton el que ordenó a la OTAN el bombardeo intenso de Belgrado para frenar la masacre en seco y forzar los acuerdos de Dayton.
Cazar bosnios. Sarajevo. El Mal, con mayúscula, existe. Me sulfuro hablando/escribiendo de estas cosas, como me sulfuré, mucho, cuando el pasado mes de marzo saltó a la opinión pública la paliza que le propinaron unas alimañas en un centro educativo de Cantabria a un adolescente tetrapléjico (o el reciente suicidio de una chica acorralada por el bulling en un colegio concertado en Sevilla, Irlandesas de Loreto). Y pienso en este contexto en los microsadismos, micro, insisto, que nos proporciona la vida cotidiana a cargo de conocidos frustrados y mediocres, o amigos que al segundo vino te escupen a la cara con inusitada grosería y falta de educación.
Lamento amargarles el domingo.