Llegará un día en que los libros de historia local destaquen el papel crucial desempeñado por la Universitat Politècnica de València en Alcoy. La apuesta de la universidad por la ciudad y su comarca es uno de los grandes ejemplos de cohesión del territorio valenciano. Es el éxito de la descentralización.
La relación entre la ciudad y la universidad es fruto del relato identitario de ambas instituciones. De un lado, el carácter emprendedor de la ciudad que entre los siglos XVIII y XIX necesitó crear una escuela industrial con la que formar a los tejedores que empezaban a abandonar los talleres para servir en fábricas. De otro, la necesidad de aglutinar, allá por 1972, todas las enseñanzas técnicas de la Comunidad Valenciana bajo una única universidad.
De esa doble tradición surge un campus universitario con una población de 2.700 estudiantes. Una cantera de profesionales cuyo conocimiento ha de ser clave para dinamizar el territorio.
El valor de la UPV en Alcoy se multiplica por su carácter urbano. La reconversión de antiguas fábricas textiles en sede universitaria es un hito reconocido con premios por expertos en gestión de patrimonio. Estar ubicado en pleno casco antiguo contribuye a frenar la degradación urbanística de la zona. Sin la universidad, el centro de Alcoy parecería más un cementerio que un barrio residencial.
El alumnado atraído año tras año por la universidad copa las antiguas viviendas obreras, reconvertidas en pisos para estudiantes. Los chavales dan vida a la ciudad y su presencia impulsa el negocio de la rehabilitación de edificios, lo que incluso ha atraído la atención de inversores foráneos.
El ejemplo de la UPV en Alcoy ha sido seguido por otras universidades, como la de València. En apenas unos años ha consolidado y expandido su propio campus en Ontinyent. También en este caso la apuesta se sitúa en el límite que divide las provincias de Alicante y Valencia, favoreciendo la ordenación del territorio sin renunciar a competir la captación de alumnado con otras universidades.

Por eso resulta difícil de entender la posición del actual rectorado de la Universidad de Alicante y también la falta de visión del Ayuntamiento de Alcoy. Unos por concentrar su actividad en el campus de la capital. Otros por no planificar la expansión universitaria de la ciudad.
La rectora de la UA, Amparo Navarro, lidera un proyecto que no contempla desarrollar la política expansionista iniciada por el anterior equipo de Manuel Palomar. Fue en aquella etapa cuando, gracias al tesón del entonces vicerrector Carles Cortés, la UA implantó en Alcoy una línea del grado de Magisterio en Educación Infantil. Era una primera pica en Flandes. Muy precaria, sí, pero muy importante.
El regalo que para la ciudad suponía contar con una segunda universidad empezó a tambalearse con el cambio en el equipo rectoral. La presión social hizo reconsiderar la voluntad inicial de suprimir las clases. Hoy en día el grado sigue impartiéndose en Alcoy. Su nueva ubicación ha permitido al Ayuntamiento dar uso a un edificio que había fracasado como centro de ocio juvenil.
La continuidad de la Universidad de Alicante en Alcoy depende de un convenio de renovación anual. Es decir, siempre provisional, sin enfoque de futuro. El Ayuntamiento presidido por Antonio Francés persiste en una exasperante miopía al no ejercer el papel de coordinador de la planificación universitaria de Alcoy: favoreciendo el crecimiento de la UPV y fomentando la plena consolidación de la Universidad de Alicante con nuevas titulaciones de carácter social y humanístico con las que complementar la oferta técnica y tecnológica de la UPV.
Mientras tanto la ciudad ha perdido la oportunidad de reconducir el desarrollo del campus de Alcoy de la UPV a través de otras antiguas fábricas del centro, como las de Tutto Piccolo, generando un corredor natural entre el casco antiguo y la Zona Alta. De este modo el Ayuntamiento podría haber propuesto a la Universidad de Alicante la antigua sede de Aitex como sede de su campus en Alcoy. Finalmente, ha sido la universidad valenciana la que ha apostado por ocupar este último edificio, que era la opción más económica.
Reforzar la oferta universitaria exigía al Ayuntamiento, en primer lugar, un compromiso económico con el que seducir a las universidades. Empezando, por ejemplo, por los 400.000 euros que se gasta en el infrautilizado Centre d’Art. En segundo lugar, implicar en el proyecto a la Generalitat Valenciana, tal y como ya hizo a finales del siglo pasado el alcalde, Josep Sanus, y lo que ha hecho el Ayuntamiento de Dénia para atraer, aquí sí, a la Universidad de Alicante. El compromiso de inversión del Gobierno valenciano ha sido clave para que, en este caso, el actual equipo rector de la UA conserve los planes impulsados por sus antecesores.
A la vista de los extraordinarios valores que aporta, Alcoy y la comarca tienen la obligación de extremar el celo con el que cuidan a la universidad. Desde las administraciones, trabajando conjuntamente para mejorar las condiciones que encuentran los estudiantes y diseñando una estrategia con la que aumentar el número y la exclusividad de las titulaciones a impartir. Y desde el tejido empresarial, empezando a plantearse una revisión al alza de los salarios para impedir que el talento surgido de las aulas acabe emigrando a engrandecer otras regiones.
Juan Enrique Ruiz es periodista y profesor de Historia.