Ahora va en serio. Camps quiere volver a ser presidente del PPCV. Ha anunciado una gira que comenzará este verano en Torrevieja y que recorrerá las principales ciudades de la Comunitat en busca de apoyos. Cuando menos, será divertido, aunque no deja de ser un problemón para la organización que no está muy acostumbrada a ejercer la democracia interna. Porque el expresidente ha olido sangre en el organigrama actual y porque —estoy seguro— hay gente que le anima, no solo por sus victorias del pasado, también por el calvario judicial que atravesó y que tanto recuerda, y, sobre todo, por la gestión del presente.
Camps se lanza a hilvanar un PPCV alternativo. Mazón ve el reto con compasión, de momento. Al parecer, según me dicen, busca establecer una estructura comarcal con gente de confianza que empiece a trabajar por la candidatura. Lo cual no deja de ser, en estos momentos, no solo una afrenta al actual presidente, Carlos Mazón, sino un desafío al liderazgo de Núñez Feijóo, que vuelve a tener a la Comunitat Valenciana como grano interno. ¿La razón? Camps quiere un congreso regional del PP para desbancar a Mazón. A la dirección de Génova no le interesa ahora poner el foco en eso, sino en vender la reconstrucción tras la DANA en Valencia y el (supuesto) maltrato del Gobierno a la Generalitat Valenciana.
No va a ser fácil para Feijóo esa papeleta. Da la sensación de que el presidente nacional del PP espera resolver la cuestión ya como nuevo inquilino de la Moncloa. Pero, ¿y si no se da el caso? ¿Y si, llegado el final de 2026 o principios de 2027, Sánchez sigue en la Moncloa tras esquivar los casos de corrupción? O, simplemente, ¿y si continúa gobernando el PSOE? He ahí el dilema. No es lo mismo resolver la cuestión de la Comunitat Valenciana con el poder absoluto que con la desesperación de tener que llegar. Mientras, Camps y Mazón ganan tiempo. El primero, para reconectar con sus antiguos colaboradores; el segundo, para reivindicarse (si es que puede) y pedir la vez.
Sea como fuere, tampoco deja de ser un plato de buen gusto para alcaldes y concejales allí donde se gobierna. Muchos estuvieron también con Camps. ¿Qué hacen ahora si visita su municipio o ciudad? ¿Lo reciben? ¿Mandan al presidente local? ¿Y si el presidente local es el alcalde? Será curioso.
Es un error habitual cuando un partido alcanza el poder: suele descuidar la cuestión interna. Le pasó a Ximo Puig, y ahora le vuelve a pasar a Mazón: las estructuras internas funcionan a impulsos y en fechas concretas, máxime si hay duplicidades. Pero claro si quien tiene que agitar a las bases acumula cargos, lo tiene más difícil. Pasaba, y pasa.
Y a eso se agarra Camps para pedir el congreso regional: no hay poder interno. Y si lo hay, es discontinuo. Ahora bien, la papeleta la tiene Feijóo. Vistas las declaraciones de Tellado, no es probable que se celebre ese cónclave que Camps reclama. Así que, si el tiempo transcurre y no se alcanzan los objetivos —es decir, la Moncloa—, el gallego tendrá que aplacar al expresident con una negociación que lo convenza; seguir dando oxígeno a Mazón; y, si llegado el caso no puede ni con lo uno ni con lo otro, porque Sánchez sigue, buscar la vía intermedia. Que quizás era la solución idónea hace meses, pero, vista la política actual, nadie va a exhibir debilidad para sonrojar a su bando. Más bien todo lo contrario: se llevan las ovaciones internas, aunque generen repudio. Mientras tanto, el PPCV, que era una película aburrida, se anima. Camps la anima. Veremos cómo acaba.