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se cumple medio siglo del estreno de la película de Víctor Erice y elías querejeta

Recuerdos personales de 'El espíritu de la colmena'

  • Ana Torrent en un fotograma de 'El espíritu de la colmena'.

ALICANTE. Cuando a primeros de año me enteré de que este octubre se cumplía medio siglo del estreno de El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, producida por Elías Querejeta, me vino a la memoria mi personal relación con esta obra maestra de nuestro cine español. Entonces, vislumbré que esos recuerdos tenían mimbres para un artículo a publicar en torno a esa fecha conmemorativa. Así que, cuando decidí iniciar su escritura, lo primero que establecí fue dividir el texto en tres ladillos titulados: un cine, una discoteca y un aula de cultura.

Un cine

Nada más saber que el Festival de San Sebastián había galardonado a El espíritu de la colmena con la Concha de Oro de 1973, resolví ir a verla cuando la echaran en Alicante. Siempre he sido muy aficionado al cine y ese largometraje suscitó, naturalmente, mi interés. Así que, cuando el desaparecido y añorado cine Casablanca la anunció, no tardé en acudir a su proyección. 

Desde los primeros fotogramas quedé embelesado y, al terminar, me convencí de que esta película de Víctor Erice, un director del que nunca había oído hablar, era una de las mejores que había visto hasta entonces. También me fascinó la interpretación de la niña de seis años Ana Torrent: su forma de conducirse, sus silencios y, sobre todo, la expresividad de sus ojos y su enigmática mirada…

Erice y Torrent en el 'making-of' de 'Cerrar los ojos'. FOTO: Manolo Pavón.

Una discoteca

A mediados de los ochenta, un grupo de amigos fuimos a pasar las vacaciones de verano a Xàbia y, como era natural, se imponía visitar la famosa discoteca Hacienda, que fue la primera que se levantó en nuestro país. Se inauguró en 1966 y su logo fue obra del mismo artista que diseñó posteriormente el de Penélope, en Benidorm. En su día acudieron destacadas estrellas del mundo de la canción y del cine como Alain Delon, Joan Baez y Jacqueline Bisset. Esta legendaria discoteca, que linda con la carretera del cabo de San Antonio, sigue abierta a fecha de hoy.

Tras tomar la primera copa me lancé a la pista y de pronto me fijé en una chica que no tendría más de veinte años. Pero me llamó la atención, no por los obvios motivos que suelen surgir en este tipo de situaciones, sino por otra… Me acerqué a ella, esperé a que nuestras miradas se encontraran de forma casual y, cuando sucedió, le vocalicé un mudo "¿A-na To-rrent?". Sin parar de bailar, clavó durante unos instantes sus ojos en mí, me sonrió y asintió con la cabeza. Su mirada no había cambiado desde su papel en la película de Víctor Erice…

Un aula de cultura

Veinte años más tarde supe que el Aula de Cultura de la Caja de Ahorros del Mediterráneo había organizado un encuentro con Víctor Erice de una semana de duración y, evidentemente, no podía dejar escapar esa oportunidad. Llevaba un tiempo interesado en la escritura del guion y, además, era una ocasión de oro para conocer a este cineasta de culto que admiraba desde mi juventud.

En esas fechas —y aún hoy— Víctor Erice era uno de los directores menos prolíficos, pero sus tres películas, como son El espíritu de la colmena (1973), El sur (1983) y El sol del membrillo (1992), bastaron para consagrarlo como uno de los grandes directores de su tiempo.

Su cuarto proyecto, El embrujo de Shanghai, una adaptación de la novela homónima de Juan Marsé, se interrumpió a punto de iniciarse el rodaje por razones que no trascendieron en su momento. Poco después, Erice publicó el guion bajo el título La promesa de Shanghai que, como era natural, adquirí, y así pude visionar su película. 

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