MURCIA. En los escenarios futuristas o de ciencia ficción la noble tarea de compartir el saber humano y hacerlo accesible a todo el mundo siempre ha sido presentada en modo positivo. Es decir, a nadie se le pasaba por la cabeza que tener la herramienta para poner en contacto a todos los seres humanos y crear una inteligencia colectiva, además de máquinas con capacidad para hacer algo parecido a pensar por sí mismas, iba a estar completamente influenciado y alterado por una de las cualidades más importantes de la condición humana: ser gilipollas.
En un sentido literal, con estos mismos términos, lo han expresado los científicos Carl T. Bergstrom y Jevin D. West en su obra Contra la charlatanería (Capitán Swing, 2021) Se trata de un ensayo centrado en todo lo que consideran bullshit, gilipolleces, pero aplicado a bulos, fake news, memes de agitprop y demás morralla que inunda las redes, sirve de objeto arrojadizo y la alimentan los propios medios, a veces por pura ignorancia, otras porque es propaganda al servicio del poder y quita y pone rey, además de ayudar a su señor.
La obra parte del ejemplo del médico que metió la pata con un estudio sobre la vacuna del sarampión que la relacionaba con el autismo y tuvo las consecuencias que conocemos bien, mucha gente decidió no vacunar a sus hijos, la enfermedad resurgió y aumentó la mortalidad. El estudio equivocado había aparecido en The Lancet, nada menos. Hubo que gastar millones de dólares en más estudios que demostraban el error original, pero, como bien sabemos, el movimiento antivacunas sigue campando por sus respetos. Esta es una demostración palmaria de lo que ocurre hoy cuando la información o los datos se manejan erróneamente.
Una vez concebida la mentira o la conclusión errónea, las redes funcionan solas para llevarla a todas partes con la colaboración inestimable, como trabajo colectivo, de los usuarios y los medios. Los usuarios tienden a compartir todo lo que confirma su ideología o sus sesgos, aunque en muchos casos lo hacen sin leer lo que están difundiendo. Se quedan en el titular. Un estudio citado que analiza la información que circula por Estados Unidos cifra las noticias falsas que circulan en este país en un 2,6%. Parece poco, pero si imaginamos que cada estadounidense lee una noticia al día, ocho millones leerían una que es falsa.