ELCHE. En marzo de 2022, el empresario ilicitano Miguel Hernández publicaba una especie de memorias, “Mi vida y mis empresas” bajo la iniciativa de la Cátedra Pere Ibarra de la UMH que dirige el profesor Miguel Ors. En aquella iniciativa también participó Joaquín Quiles. Ahora acaba de autoeditarse “Manuel de Defensa” que emula en el título al “Manual de Resistencia” del presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Sonríe ante la similitud: no sé si es consciente o no del parecido. Yo creo que sí. También es consciente de la popularidad de la que goza todavía, a sus noventa años: quedamos en un cafetería al lado de la Basílica de Santa e “in situ” realiza varias ventas. A escasos metros se encuentran las librerías Ali i Truc y Séneca.
Rescata brevemente de su anterior libro los inicios de 'niño yuntero' hecho a sí mismo a base de mucho tesón. También ejecuta con más detalle su ascenso en los años 60 y, sobre todo, el convenio que firma en EE.UU con “Caressa” por fabricarles en exclusiva todas sus líneas de producción, y por una cantidad inicial de un millón de euros que se ejecutaron en 10 mensualidades. Una aventura que duró de 1968 al 76, cuando la crisis del petróleo hizo mella en las principales economías del mundo. Mientras, Miguel Hernández realiza potentes inversiones inmobiliarias a pelo, sin sociedades instrumentales ni paraísos fiscales opacos como hacían otros. Lo dice, lo cuenta, con mucha sorna como si su caída, años ochenta, le hubiera ocurrido por jugar limpio y transparente.
Su caída en los años 80 “fue una confabulación” y sugiere que algunos empresarios y poderes fácticos jamás le perdonaron sus éxitos
En 1985 comienza su vía crucis judicial por impagos a la Seguridad Social y a Hacienda: la causa la llevó el magistrado José de Madaria quien, según nuestro protagonista actuó con “una visión sesgada no exenta de intereses”. Hay calificaciones más gruesas. Lo que viene a contar es que a él lo cogieron de chivo expiatorio para que tomaran nota el resto de empresarios, muchos de los cuales, asegura, operaban con dinero negro y algunos incluso con sociedades pantallas y cuentas opacas en Suiza. Es decir, que le pasó lo que a Lola Flores cuando la encausaron por deudas con Hacienda a finales de los 80, asunto del que finalmente salió absuelta.
“Todo fue una confabulación” asegura taxativamente el que popularmente es conocido como marqués de Carrús, el mismo que en sus mejores tiempos tuvo 1.000 empleados con unas instalaciones avanzadas, y un horario laboral (de lunes a viernes hasta el mediodía) absolutamente pionero en España.