AlicantePlaza

LA LIBRERÍA

Los 'Niños', horror puro de David Roas

VALÈNCIA. La infancia es un tiempo idóneo para el terror, campo abonado para los malos sueños: las crías humanas inician su comunicación llorando, y no dejan de hacerlo hasta pasados muchos meses de desesperación parental. La privación de sueño desvía el pensamiento: emergen ideas egoístas, posibilidades remotas, el afilado instinto de supervivencia. Se empieza a hablar de ello, sí, pero todavía no lo suficiente como para que resulte sencillo asumir que el niño soñado, el alfa y el omega de la felicidad, es un ser tan desconocido e irritante como adorable, pero sobre todo es un agujero negro que engulle todas las atenciones que se adentran más allá de su horizonte de sucesos, y lo que puede llegar a sucederle a un bebé es todo un catálogo navideño de miedos para los progenitores, que como se suele decir, aprenden en ese momento lo que es la auténtica e irremediable intranquilidad que ya (casi) nunca les abandonará. Del lado de la cría se desarrolla otro segmento del espectro terrorífico: el miedo será una de sus emociones más útiles, una reacción que le permitirá evitar situaciones potencialmente peligrosas, dañinas o letales. 

El miedo infantil, sin embargo, sobrevive adaptándose, poniendo el foco en objetivos que abandonan la prudencia racional en pos de elementos menos prosaicos, más poéticos: sobrenaturales. Un ejemplo es lo que comenzará a perseguirnos —y nos agarrará si no corremos lo suficiente— en el mismo instante en que apaguemos la luz del pasillo, o bien lo que yace inmóvil bajo nuestra cama aguardando con un objetivo incierto (puede que solo yazca), o incluso esa cabeza que de pronto podría mirarnos fijamente desde la ventana, allí donde es imposible que pueda estar haciendo pie. La oscuridad es el reino absoluto de los miedos infantiles, el lugar que habitan todos los seres malignos que nuestra imaginación pueda concebir: demonios, fantasmas, monstruos (como el del armario), muertos en diferentes grado de descomposición, criminales de todo tipo, congéneres extraños e inquietantes, el coco. Hay además un tercer lado en todo lo que concierne a la relación de lo infantil con el miedo, probablemente la más siniestra: el miedo que la infancia puede generar en nosotros, los adultos

Recibe toda la actualidad
Alicante Plaza

Recibe toda la actualidad de Alicante Plaza en tu correo