ALICANTE. Existe la queja, fundamentada, de que hasta que muchos espectáculos –musicales, teatrales, circenses…- no llegan a los escenarios de Madrid, no existen para la prensa. Y es una premisa cierta. Caer en ella, en la cercanía, es una contradicción, pero el Festival de Jóvenes Orquestas de Alicante ha gozado del privilegio de ofrecer tres galas de clausura, en los auditorios de Torrevieja, Teulada-Moraira y Alicante, de manera consecutiva, así es que la opción ha sido esperar a esta última para captar el impacto y la emoción provocados por estas agrupaciones musicales de intérpretes en plena adolescencia, la gran mayoría de ellos.
La de ayer era una gala especial, ya que se encontraban aún más en casa los componentes de la orquesta anfitriona, la OJPA ganadora este año en Viena, y frente al público más exigente de todos, el que está pendiente de cada uno de sus movimientos, de cada gesto, de cada nota tocada al límite del tempo.
Como en el caso de Torrevieja y Teulada-Moraira, la gala se componía de dos partes, una primera en la OJPA ofrecía un programa que comenzaba con la pieza obligatoria del concurso de Viena, la Obertura Coriolano de Ludwig van Beethoven, para a continuación, y en compañía del joven talento ruso Sergei Redkin, al piano, interpretaran los tres movimientos del Concierto para Piano y Orquesta en La menor de Edvard Grieg, dirigidos por su titular, Francisco Maestre. Impecable la orquesta, algo más seria y rotunda de lo habitual en el Coriolano, perfecta en la simbiosis con el genio siberiano, ofreciendo un contrapunto suntuoso al paseo sutil sobre las teclas del piano, que en algún momento arpegiaba como si una gran arpa despertara de su letargo horizontal, descansando en su caja de embalaje. Desde la aparición en escena de la concertino Sofía Sánchez, y los primeros movimientos de afinación, que se respiraba un hálito especial en los intérpretes.