ALICANTE. “Las segundas partes nunca fueron buenas”, dijo una amiga en una noche de tacos. “Qué razón tiene la jodida”, respondió otra. Otro día, mientras tomaba un café en la plaza de la Luna, en pleno centro de Madrid, escuché el consejo que una mujer le estaba dando a quien compartía mesa con ella. “Nadie que te quiere te hace eso. Alguien que te quiere, lo hace y ya. Siempre, y siempre bien”, decía.
Llevo ese consejo de una desconocida tan clavadito que duele. Debato mucho sobre el tema: ¿irse o dejar que se vayan? Nunca he conseguido unir a nadie entorno a ese dilema. A veces el trago más amargo es el que queda por dar. No hay reflexión posible cuando la idea era hacer equipo y eso se acaba, aunque a veces sea mejor así.
Leí una mañana de invierno que Linda Evangelista volvía. Aquella que fue la top entre las tops en los años ochenta y noventa, y que no se levantaba de la cama por menos de quince mil dólares, resucitaba de entre sus cenizas. La misma Linda, señoras y señores, con aquel corte a lo garçon y su belleza arrolladora, decidía volver de su desaparición para reencontrarse con la moda.
En el año 2017, Donatella Versace organizó un desfile en Milán que fue a su vez un homenaje a las supermodelos de los noventa a las que su hermano Gianni ayudó a convertir en lo que fueron. Ese grupo de mujeres esculturales, tan famosas como estrellas del rock que no necesitaban apellido. Todo el mundo sabía de quién se estaba hablando si se mencionaba el nombre de Claudia, Naomi o Cindy.