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CONSTRUCCIÓN DEL ESTILO  

La poesía oscura de 'Los años del hambre'

VALÈNCIA. Una conversación con Olivia Martínez Giménez de León puede llevarnos a esas líneas de Camila Sosa Villada en su libro de relatos Soy una tonta por quererte que dicen “Un día las travestis decidían cuándo se terminaba la vida. (...) a veces reían y a mí me entraban unas ganas locas de preguntarles cómo era posible que mujeres que habían sufrido tanto, al punto de querer quitarse la vida, rieran de esa forma, con esas carcajadas que espantaban a los patos y llenaban de cuacuás el cielo”. ¿Cómo es posible que una autora, que escribe versos como “Soñé que mataba a un ciervo en la nevada, / y que cortaba su carne, y que vaciaba sus vísceras calientes, y que dormía en su esqueleto”, mantenga la serenidad en el rostro, mezclada por el entusiasmo por la escritura, tras haber haber sufrido todo el dolor que nutre Los años del hambre? El poemario, editado en 2022 por Candaya, combina estructuras y formatos: poemas en prosa escritos en primera persona, 275 frases numeradas, poemas brevísimos y textos en prosa en segunda persona. 

“El libro surgió hace bastantes años. Cuando empecé a hacer un trabajo de reconstrucción, de ver cómo estaba mi estado emocional y qué me había quebrado. A través de mi propia corporalidad. Empecé a escribir sin pensar, sin juzgarme. Surgió una escritura como un disparador,muy aséptica, muy rota. Poco a poco, empezaron a surgir otro tipo de escrituras, paralelamente. Llegó la pandemia y de repente me di cuenta de que tengo un libro con todos los retales que se habían juntado. Es poesía, pero casi tiene un hilo narrativo. Una ruptura inicial se eleva a otro tipo de búsquedas que a veces son luminosas, a veces muy dolorosas. Me di cuenta de que había un viaje, y también un libro”, explica la autora.

Martínez Giménez de León desarrolla un ejercicio literario que hace del trauma, una demostración de estilo que navega entre la violencia, el dolor, el deseo, el placer, la destrucción o la identidad de una mujer cuya infancia fue quebrada por los abusos y que, como alude el título, vivió años bajo el yugo del hambre propio de los trastornos alimenticios. Estos años, además de famélicos, son violentos. ¿Puede la escritura reparar el daño? “Nosotros somos también el relato que que nos constituye. Cómo nos vamos trabando. Mi libro no tiene un sesgo tanto de autoayuda sino más bien una una idea de poner el foco, mirar de cerca, mirar con cierta distancia por los años transcurridos. Al nombrar alivias, lo que no se nombra se hace más grande”.

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