ALICANTE. "Cuando más modesta es la gente, más se vuelca en ayudar a los demás. Aquí hemos tenido unos meses muy jodidos, pero los vecinos que han podido, han colaborado y han dado lo que tenían", relata Francisco Camacho, miembro de la directiva de la asociación de vecinos de Juan XXIII y representante de la Junta de Distrito número 2. Y lo mismo explica Antonio Colomina, presidente del colectivo de residentes del barrio de Colonia Requena: "Nos tienen abandonados y hemos tenido que buscarnos la vida", resume. ¿Cómo? Tejiendo una red de colaboración vecinal. No han tenido otra salida: la pandemia del coronavirus y la respuesta insuficiente del conjunto de las administraciones les ha forzado a improvisar sistemas de donación y reparto de alimentos o productos de primera necesidad con la implicación de todos los barrios que conforman la Zona Norte de Alicante. O, según se mire, solo Zona Norte a secas. "Parece que Alicante acabe en la Residencia", en alusión al Hospital General. "Hasta aquí no llega nada, es como si no existiéramos", incide Colomina.
Existir, desde luego existe. De hecho, se trata de uno de los distritos más extensos y poblados de toda la ciudad, con 43.268 vecinos censados entre Nou Alacant, Rabasa, Tómbola, Divina Pastora, Ciudad Jardín, Virgen del Remedio, Colonia Requena, Virgen del Carmen, 400 viviendas y Juan XXIII. "Aquí vive gente honrada y trabajadora, muchos desde hace más de cincuenta años, atraídos por un lugar que se presentaba como el mirador de Alicante, por las vistas que tiene de toda la ciudad", abunda Luis Almarcha, representante vecinal de la Junta de Distrito número 2 y concejal socialista entre 2003 y 2007. "Es una pena que nos encontremos en la situación en la que estamos", incidió.
¿Cuál es esa situación? Pues, aquí más que en ningún otro sitio, la realidad va por barrios. En la superficie que abarca todo el distrito, concurren múltiples casuísticas. Por los distintos perfiles de población que residen en cada zona, con una notable concentración de población extranjera; por los servicios y la actividad comercial de la que disponen, o por el estado en el que se encuentran sus calles, edificios e infraestructuras. No es lo mismo la Plaza de Argel, que la calle Barítono Paco Latorre o la avenida Gastón Castelló. Pero en todas esas plazas y calles se comparte una "sensación de olvido general". "Se nos ha dejado de la mano de Dios; y cuando algo se deja durante tanto tiempo, solucionarlo después cuesta el doble", subraya Camacho.
Lo cierto es que la situación no es nueva. Llevan años -más bien décadas-, reivindicando mejoras ante todos los gobiernos de todos los signos políticos que han pasado por el Ayuntamiento, la Generalitat y el Gobierno central. Pero de esas peticiones, según dicen, se ha cubierto poco o nada. Alguna actuación puntual y un Plan Integral "que se aprobó en 2007 y que se paralizó con la crisis de 2008", relata Almarcha, "Hace cuatro años, cuando llegó el tripartito [PSOE, Guanyar y Compromís] nos presentaron el diagnóstico del Plan de Inclusión Social, que iba a abarcar desde 2016 a 2025, y ahora nos hablan de una segunda fase del Plan Integral, para 2020-2030", apunta. "Lo que yo me pregunto es, ¿dónde está la primera fase?, ¿por qué no se ejecuta?", añade. "Lo que hace falta está ahí recogido; que no nos llamen para participar en más reuniones ni para hablar de comisiones de la reconstrucción, como ha pasado ahora, cuando después todo son incumplimientos", dice. "La gente está muy harta", enfatiza.
El hartazgo se agrava porque, según sostienen, parte de las necesidades del distrito no requieren de grandes inversiones. "Claro que se necesitan mejoras en infraestructuras", añade Eva Coloma, presidenta de los vecinos de Virgen del Remedio. "Nos faltan luces", apunta Camacho. "Y tenemos un polideportivo ocho años cerrado en Colonia Requena", recalca Colomina. "Pero lo más básico es que se mejore la seguridad y el servicio de limpieza, y eso no requiere de obras", aclara Coloma. "Para eso no hay que hacer proyecto, ni hay que hacer nada. Les debería dar vergüenza; y lo digo para todos los que tengan alguna responsabilidad al respecto. Si eso se atendiese y se llevase a cabo se solucionaría el 80% de los problemas que tenemos", explica. "Ya estamos recogiendo firmas para eso, para cosas como que la comisaría funcione al 100%", insiste. "Encima, ahora, hasta nos están cerrando las oficinas bancarias, en el barrio teníamos tres y ahora nos van a dejar sin ninguna", se lamenta.
De trabajo precario, a sin trabajo
Todo ese escenario ha ido a peor desde hace tres meses, cuando el virus procedente de la ciudad china de Wuhan se extendió por todo el mundo hasta impactar también sobre el conjunto de la sociedad española. La declaración del estado de alarma como medida excepcional para procurar el confinamiento de la población y evitar la propagación de contagios dejó sin fuente de recursos a buena parte del vecindario.
"Esto nos ha cogido en bragas a todos y aquí todavía más", señala Camacho. "La mayoría de los que vivimos aquí somos gente humilde, que hemos podido echar mano de nuestros ahorros, pero otros muchos se han quedado sin trabajo; sobre todo, los que tenían trabajos en precario o sin contrato, como las empleadas domésticas y limpiadoras del hogar", explica Coloma. En el mejor de los casos, esos vecinos han quedado afectados por un ERTE, pero el retraso en su resolución y en la llegada de los pagos también ha lastrado sus posibilidades "porque no han tenido riñón con el que seguir tirando", recalca. Así que la consecuencia no se ha hecho esperar: el virus causante de la pandemia ha propagado el hambre.