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el sur del sur

La asignatura de los alcaldes

La globalidad de la economía aboca a muchos munícipes a buscar inversiones que generen valor añadido, con clientes con un poder adquisitivo medio alto, exigentes con el respeto al medio ambiente y respetuosos con el entorno

Esta semana, ha dejado el cargo Juan Bautista Roselló, alcalde de Benissa, que en 2017, hubiera cumplido casi 18 años en el cargo. En los tiempos que corren, esto sería casi una anomalía -él mismo ha admitido que no pensaba que iba estar tanto tiempo- y, sobre todo, si se cumplen las promesa de limitar los mandatos que los partidos tanto pregonan pero no cumplen.

Y digo lo de mi amigo Juan Bautista como podría decir el caso de otros tantos alcaldes que han sobrepasado los tres lustros en la Alcaldía, mírese César Augusto Asencio en Crevillent (con 20 años en el cargo), en su día fueron José Sanus en Alcoy o Pedro Hernández Mateo en Torrevieja. Muy pocas historias con tantos años han acabado bien.

Casi todos éstos quizás han cumplido el objetivo de haber dotado de más y mayores infraestructuras a sus municipios, pero habría que preguntarse si de verdad han contribuido a la mejora de su economía. Posiblemente, ésa sea la pregunta que se hagan de ahora en adelante los electores en las municipales, una vez los consistorios han logrado tejer, en los últimos 20 años, una importante red de instalaciones públicas con uso y rentabilidad dispar.

qué pocos alcaldes se han preocupado de atraer inversión privada

En el caso de Benissa, yo dije esta semana, Roselló cierra sus 17 años largos de mandato con ese expediente cubierto con creces: un instituto de Secundaria nueva, una flamante piscina cubierta cerca de la rentabilidad, un centro de formación, los colegios públicos totalmente remozados y muchas más cosas. Pero, ¿inversiones privadas? ¿tasa del paro? Pues, esas cosas apenas han cambiado. En el fondo, lo que quiero decir que qué pocos alcaldes se han preocupado de atraer inversión privada -no contaminada por otros políticos-, de generar empatía por proyectos que generen tránsito de gente, que muevan la economía y que lo hagan dentro de un paisaje, en este caso, como el de la Marina Alta. Benissa ha tenido los dos polos a su lado: el urbanismo desmesurado de Calp o la excelencia de Moraira. Afortunadamente no cayó en las redes de los mastodontes de cemento que hoy se traga César Sánchez como herencia de su partido, pero tampoco copió nada bueno de lo que hizo José Císcar en Teulada-Moraira. Es lo único que le achaco al amigo Juan Bautista Roselló.

Y ese modelo clientelar y del buen rollismo que ha practicado el PP en muchos años -Roselló, entre ellos- posiblemente será mucho exigente con el tiempo. Auguro que no valdrá con haber recuperado empleos perdidos en la crisis ni haber saldado el déficit de inversiones locales. La globalidad de la economía aboca a muchos munícipes a buscar inversiones que generen valor añadido, con clientes con un poder adquisitivo medio alto, exigentes con el respeto al medio ambiente y respetuosos con el entorno. Y sin olvidar la cultura, la hermana pequeña de muchos alcaldes, como gran polo de atracción de público en distancias inferiores a los 100 kilómetros. Todo ello pondrá en valor, todavía más, la rapidez (y la seguridad) de los transportes y la eficiencia de los servicios. En resumidas cuentas, el tránsito de gente. Ese es el verdadero reto de los alcaldes. 

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