La calidad de vida no solo depende de los servicios, las infraestructuras o los profesionales que los prestan. También se juega en los espacios cotidianos, en cómo se construyen las viviendas, cómo se organiza un centro residencial, qué materiales recubren los pasillos de un hospital, por dónde nos movemos cuando vamos a un museo, o cómo se enseña sostenibilidad en un aula. En esa frontera entre tecnología, diseño y bienestar trabajan los centros tecnológicos de la Comunitat Valenciana que han impulsado una serie de proyectos con un mismo hilo conductor: crear entornos que cuiden de las personas. La Red de Institutos Tecnológicos de la Comunitat Valenciana (REDIT), con el apoyo de la Dirección General de Vivienda tiene como uno de sus objetivos visibilizar estas soluciones para que se puedan aprovechar las empresas que trabajan en el hábitat y la construcción 4.0.
Los proyectos que es analizan a continuación convergen en un mismo punto, aunque abordan realidades muy diferentes: la vida diaria. Desde el nacimiento hasta la vejez, desde el patrimonio cultural hasta los centros educativos, desde la movilidad en silla de ruedas hasta la reforma de un hogar. Todos aplican investigación avanzada a algo profundamente humano. Ese es el cambio de paradigma: la innovación ya no se mide en números de sensores, sino en experiencias vividas.
Hogares donde envejecer con dignidad
El proyecto MAYORES, desarrollado por el Instituto de Biomecánica (IBV), ha elaborado una guía para crear viviendas amigables para el envejecimiento en el hogar. Es una herramienta práctica pensada para arquitectos, diseñadores y profesionales que intervienen en la reforma de viviendas. Se basa en estudios científicos, buenas prácticas y en la escucha directa de las necesidades de las personas mayores.
La propuesta defiende un enfoque integral que incluye criterios funcionales, emocionales, ergonómicos y de usabilidad. El objetivo final es sencillo: ayudar a que las personas puedan permanecer en su propia casa el mayor tiempo posible. Un lugar que conocen, que sienten como suyo, pero que rara vez ha sido diseñado pensando en las limitaciones que llegan con la edad.
Este proyecto entronca con otra línea de trabajo del IBV, el proyecto MODIFICA, que ha estudiado cómo mejorar la calidad de vida en centros residenciales a través del confort visual. Para ello, se han utilizado metodologías avanzadas como caracterización del color, eye-tracking, electromiografía o entornos 3D inmersivos. La investigación desemboca en la creación de un software específico para profesionales, con aplicación directa en residencias actuales y en la planificación de futuras.
Ambos comparten una misma idea: la vejez no se aborda solo desde la dependencia, sino desde el bienestar. Y el bienestar también se diseña.
Nacer en espacios seguros y humanos
En el otro extremo de la vida, el proyecto NAIX·EM, del Instituto de Tecnología Cerámica (ITC-AICE), se centra en el momento del nacimiento. El objetivo es mejorar la funcionalidad, la seguridad y la experiencia de la mujer, la familia y el personal sanitario en los centros de nacimiento.
aLa propuesta incorpora materiales innovadores: pavimentos cerámicos con superficies cálidas, antideslizantes, higiénicas y biocidas. Elementos que combinan asepsia y facilidad de limpieza con acabados ricos en textura. Superficies que evitan infecciones, reducen riesgos y hacen más confortable un espacio donde todo importa.
El proyecto también contempla sistemas de monitorización de variables como temperatura o humedad ambiental, porque el confort térmico influye tanto en la salud como en el bienestar emocional. El resultado son espacios seguros e innovadores, capaces de reducir infecciones nosocomiales y aplicables a otros ámbitos como centros de trabajo, escuelas o estaciones.
Patrimonio sin barreras
Por otra parte, la accesibilidad no es solo una cuestión arquitectónica. También es cultural. El proyecto PATRAC, impulsado por IBV, trabaja para que el acceso y disfrute del patrimonio sea universal. Aquí la innovación se pone al servicio de la reversibilidad, porque intervenir sobre lugares históricos exige respeto y flexibilidad.
Una de las soluciones desarrolladas ha sido un sistema de pavimento sobreelevado para resolver la accesibilidad horizontal en edificios patrimoniales. Además, el proyecto define plataformas de posicionamiento en interiores, aplicaciones móviles y puntos de realidad aumentada que facilitan la experiencia del visitante.
Se trata de que los museos, monumentos o yacimientos sean lugares inclusivos, seguros y confortables, sin alterar su esencia.
Movilidad autónoma en la ciudad
La autonomía también se juega en el movimiento. El proyecto SMARTCHAIR, desarrollado por AIDIMME, plantea un sistema de navegación para sillas de ruedas autónomas capaz de desplazarse por entornos bajo techo a partir de balizas de telecomunicaciones y sensores radar.
La innovación no está en la maquinaria, sino en lo que permite: que una persona con movilidad reducida pueda moverse sin depender de un asistente, llegar a un centro médico si un sensor biométrico detecta una necesidad o atravesar un pasillo lleno de gente. El software decide dónde se puede avanzar, cuándo hay que detenerse y cómo esquivar un obstáculo.
Es tecnología que amplía la libertad personal y que apunta a una aplicación futura en redes urbanas, donde una malla de balizas podría ofrecer una precisión superior al GPS.
Educación para un futuro sostenible
La transformación de los espacios también pasa por la educación. El proyecto We R the World, del centro tecnológico AIJU, ha convertido centros educativos en lugares sostenibles, involucrando a profesores y estudiantes en prácticas que abordan el cambio climático, el reciclaje y la huella de carbono.
La metodología no es la enseñanza tradicional, sino la gamificación. Animaciones, juegos y dinámicas en las que los conceptos se experimentan. La sostenibilidad, en este caso, se aprende como algo vivencial: se practica en el colegio y se lleva a casa. Un cambio de mentalidad que apunta a la gobernanza futura de una generación que ya no concibe el planeta como recurso, sino como hogar compartido.
Una misma filosofía: lugares que cuidan
Cada proyecto opera sobre un escenario distinto, pero todos responden a una misma filosofía. Las casas donde se envejece, los hospitales donde se nace, las residencias donde se vive, los museos que se visitan, las ciudades que se recorren en silla de ruedas o los colegios donde se educa son espacios decisivos. Se diseñan, se reformulan, se tecnifican y se humanizan.
La innovación aquí no es agresiva ni espectacular. Es silenciosa. Y transforma. No construye ciudades inteligentes, sino ciudades sensibles. Lugares donde la accesibilidad, la seguridad, la salud o el confort no son añadidos, sino parte esencial de un modo de vivir.
Los centros tecnológicos que hay detrás —IBV, ITC-AICE, AIDIMME o AIJU— demuestran que la investigación también es social. Que la ciencia sirve para algo más que producir patentes. Sirve para algo tan simple y difícil a la vez como mejorar la vida.
En definitiva, esta es una innovación que se mide no en megabytes ni en algoritmos, sino en algo más profundo: calidad de vida. Un envejecimiento digno. Un parto seguro. Un patrimonio sin barreras. Una ciudad inclusiva. Una escuela que enseña a cuidar el mundo.
La vida cotidiana, convertida en el verdadero terreno de la innovación.