ALICANTE.- El profesor Armando Ortuño, de la Universidad de Alicante, ha visitado recientemente la ciudad china de Shenzhen con una doble motivación: estudiar cómo esta antigua red de aldeas ha evolucionado en apenas 40 años hasta convertirse en una megaciudad de más de 21 millones de habitantes, y analizar su papel como referente mundial en tecnología e inteligencia artificial.
La visita fue gestionada a través de la Asociación MVCC, donde Ortuño ejerce como director técnico, y contó también con el respaldo de INECA, entidad en la que dirige proyectos estratégicos. Su perfil académico y técnico le permitió acceder a reuniones clave con responsables locales, urbanistas y agentes del ecosistema digital.
De aldeas a metrópolis: el urbanismo como palanca
Según ha detallado en conversación con Alicante Plaza, a finales de los años 70, China inicia una apertura económica tras décadas de estancamiento. El gobierno central crea cinco Zonas Económicas Especiales como laboratorios de modernización. Shenzhen, entonces una periferia rural con 300.000 habitantes repartidos en unas 2.000 aldeas, es una de ellas.

- Edificios de la ciudad china de Shenzhen. -
Según relata Ortuño, la clave del éxito no fue únicamente atraer inversión industrial, sino construir ciudad. El alcalde de Shenzhen en los primeros 80 apostó por dotar de equipamientos urbanos —como la universidad local, hoy referente— y por integrar las aldeas existentes en el nuevo tejido urbano. La falta de recursos para expropiar masivamente obligó a conservar muchas villas obreras, generando una mezcla urbana singular que aún hoy define el paisaje de la ciudad.
Estas “vías urbanas” —antiguas viviendas de lugareños transformadas en edificios de seis a nueve alturas— quedaron embebidas en el nuevo entramado urbano. En ellas se asentaron los primeros flujos migratorios, generando una microeconomía local que convivía con los rascacielos emergentes. Calles estrechas, baja calidad constructiva y precios asequibles convirtieron estas zonas en refugio para obreros y nuevos residentes, en un contexto donde el precio de la vivienda en China comenzaba a dispararse.
Las ciudades no nacen de la nada
Durante su visita, Ortuño escuchó a sus interlocutores referirse a Shenzhen como “la ciudad milagro”. Y aunque el calificativo impresiona —21 millones de habitantes en cuatro décadas—, el profesor advierte contra una lectura simplista: “El error está en pensar que las ciudades nuevas surgen de la nada. No es así. Detrás hay cultura, historia, tejido previo”.

- Edificios de la ciudad china de Shenzhen. -
Para ilustrarlo, propone tres ejemplos paradigmáticos del siglo XX: Las Vegas, Benidorm y Shenzhen. Todas ellas ciudades nuevas, exitosas, pero con raíces profundas. Benidorm se apoyó en una cultura marinera abierta al mundo y en la visión de Pedro Zaragoza. Las Vegas fue primero bastión mormón, luego estación ferroviaria, y finalmente núcleo obrero vinculado a la construcción de la presa Hoover. “Muchas ciudades nuevas están fracasando porque no tienen historia detrás, ni cultura, ni tejido previo. Y eso es fundamental”, concluye Ortuño. “Lo primero que hay que hacer es ocuparse de lo que tenemos, que no es poco”.
Inteligencia artificial: ciudad sensorizada, datos abiertos
La segunda parte de la visita se centró en el ecosistema digital de Shenzhen. Ortuño se reunió con responsables de la Cámara de Comercio, la Oficina de Smart City y el Ayuntamiento, donde pudo conocer de primera mano cómo se gestiona una ciudad completamente sensorizada.
Shenzhen cuenta con una oficina de Smart City con más de 2.000 empleados, una app centralizada con 21 millones de descargas —una por habitante— y un gemelo digital de la ciudad que permite gestionar el mantenimiento predictivo de infraestructuras, la atención ciudadana y la economía urbana. La mayoría de los datos son abiertos, lo que permite a emprendedores y empresas desarrollar soluciones basadas en información real.
Entre los ejemplos más llamativos, Ortuño destaca el uso de drones para reparto de mercancías, autobuses sin conductor en líneas regulares, y sistemas de control de tráfico que multan automáticamente a los infractores y les notifican por teléfono. “La clave está en la centralización y en la apertura al exterior. Eso es lo que permite que las cosas prosperen”, afirma.
Frente al modelo chino, Ortuño plantea una reflexión sobre las ciudades europeas y españolas. “En Europa no podríamos replicar ese nivel de centralización por cuestiones legales, culturales y de privacidad. Pero tenemos otras fortalezas”, señala.
Entre ellas, destaca el potencial de las ciudades medias: entornos con buena calidad de vida, sin las deseconomías de las grandes metrópolis, y con una red de alta velocidad que permite conectar media España con la otra media en menos de tres horas. “Eso nos da acceso a un mercado de 20 millones de personas sin necesidad de pernoctar. Es una oportunidad para generar economías de escala desde la conectividad”, afirma.

- Edificios de la ciudad china de Shenzhen. -
Además, reivindica el valor del modelo urbano mediterráneo: ciudades compactas, densas, que favorecen el contacto humano y la interacción social. “Esa materia prima la tenemos. Lo que debemos revisar es dónde ubicamos a los emprendedores. No pueden estar aislados en polígonos industriales. Deben estar en el centro, como en Berkeley, donde se les cuida como oro en paño”.
Datos abiertos: una ventaja competitiva por escalar
Ortuño subraya que España ya dispone de herramientas valiosas para avanzar en esta dirección. Un ejemplo es el bigdata del Ministerio de Transportes, que publica datos abiertos por horas sobre los movimientos entre municipios e incluso por distritos. “Es una herramienta potentísima. Nos permite estudiar impactos económicos de eventos, analizar flujos turísticos, gestionar tráfico o diseñar campañas de marketing digital según los orígenes de los visitantes”, explica.
Gracias a estos datos, los ayuntamientos pueden evaluar con precisión la rentabilidad de sus inversiones en eventos o infraestructuras. “Eso es economía digital. Lo que necesitamos ahora es escalar: compartir datos entre municipios, empresas y administraciones. No podemos competir si cada uno trabaja con sus propios datos de forma aislada”.

- Ortuño en su visita a Shenzhen.
Diversidad, cultura y emprendimiento como motor
Finalmente, Ortuño reivindica otro activo estratégico: la diversidad cultural. “En España convivimos con un mosaico de culturas que nos aporta una riqueza impresionante. Muchas de las mejores ciudades del mundo se han nutrido de esa mezcla. Debemos facilitar que esas personas puedan aportar su visión, sus ideas, su forma de entender la vida”.
Concluye con una llamada a la acción: “No se trata de replicar Shenzhen, sino de entender qué podemos aprender y cómo potenciar nuestras propias fortalezas: ciudades humanas, conectadas, diversas y abiertas a la innovación”.