Llaman la atención desde lejos. Desde allí donde los veas crean expectación, deseando que pasen cerca para admirar su grandeza, su porte, la magia de sus movimientos, el arte de la danza que reproducen sus porteadores al compás de la melodía de la dulzaina y el tambor.
Siempre me han parecido admirables, por sí mismos, por la historia que llevan consigo desde hace siglos, por su reivindicación de seguir presente en los festejos locales más importantes, por las sonrisas que consiguen de los niños y de los no tan niños cuando caminan junto a ellos.
¿Sabe cuál es el origen de los gigantes y cabezudos? Ahora se lo cuento. Está ligado a la procesión del Corpus Christi. En concreto, los de Alicante están directamente ligados a las danzas de la procesión del Corpus Christi en la ciudad, en palabras de Felipe Manuel Sanchís Berná en su interesante tesis doctoral titulada “Historia dels nanos i gegants d'Alacant”.
La procesión puramente religiosa celebra la presencia de Jesucristo en la eucaristía, tiene como objetivo recordar el cuerpo y la sangre de Cristo a través del Santísimo Sacramento. Se celebra el domingo posterior a Pentecostés. Antaño, durante la procesión se representaba la sumisión a Dios de sus representantes en la Tierra, así como se reproducían el bien y el mal a través de artilugios escénicos, con el triunfo del primero sobre el segundo.
En el mundo católico, esta era la festividad más importante del año en pueblos y ciudades. Los representantes de la Iglesia, las autoridades, incluso el rey en la corte, junto con el pueblo, todos asistían expectantes a ver el paso de la procesión.
Esta representación popular se remonta en España al siglo XV, nada menos. Sitúese; en el mismo siglo en el que se descubrió América por Cristóbal Colón, los gigantes y cabezudos salían en procesión con el Corpus Christi por las calles de Toledo, Granada, Barcelona, Alicante...