VALÈNCIA. El magnate sudafricano ha cambiado al pájaro liberador por la letra incógnita, en una desconcertante maniobra de branding tan poco habitual como llamarle a tu primogénito (o a cualquier hijo) X Æ A-12: al parecer, su obsesión con la equis viene de largo; no tardó nada Musk en plantar un luminoso del nuevo logo de su recién adquirida compañía milmillonaria en la azotea de sus oficinas en San Francisco, para desgracia de sus vecinos y regocijo de su ego descomunal. Hasta el cambio de nombre de Musk (y puede que también después), la vigésimoquinta letra de nuestro abecedario atravesaba una época discreta, la resaca de décadas de abuso de su significado pornográfico o matemático. La equis tenía ese mismo halo garrulo y casposo que el conejo de Playboy, y además había sido tan utilizada que poco más podía aportar.
Quizás la querencia del dueño de X (antes Twitter) guarde relación con su complejo de superhéroe, una reminiscencia infantil en un hombre con trazas de adolescente, de villano lexluthoriano, cuyo poder a la postre no es otro que el haber heredado toneladas de dinero amasado en negocios tan turbios como la minería de esmeraldas en Zambia, lucrativo business que ahora Mr. X niega, pese a que a su padre no se cansa de insistir en que financió el emprendedurismo de su vástago a golpe de piedra preciosa. Al parecer, el hombre más rico del mundo busca escribir su propia leyenda con hechos más convenientes y misteriosos, revestirse de una historia de astucia empresarial y de éxitos que avalarían su mesianismo actual, su mirada visionaria de Ozymandias mariguano, de profeta ultrapróspero que nos señala el camino para llegar al futuro mientras se hace de oro vendiendo nuestros datos e influyendo en la esfera pública mediante la red social más tóxica que el mundo ha conocido. No solo eso: Musk también influye de otros modos, como paralizando una operación ucraniana cortando sus vías de comunicación satelital al considerar que podía provocar una escalada bélica a nivel planetario. Elon, es cierto, tiene el poder suficiente para hacer eso, y mucho más. Así que si ha decidido que es hora de dar una nueva vida a la equis, ¿cómo no habría de conseguirlo?