CASTELLÓ. Los grandes festivales de música se han convertido en un negocio de tamaño más que considerable; y los que se celebran en la provincia de Castellón y el resto de la Comunitat no escapan a esta tendencia. Los dos ejemplos más claros son el Festival Internacional de Benicàssim (Fib), que ha cambiado de manos en múltiples ocasiones en este siglo XXI una vez alcanzado el éxito después de que los hermanos Morán lo lanzasen en 1995; y el Arenal Sound, que ya nació con un concepto totalmente diferente, como una apuesta por el ocio global y no tanto por el fenómeno musical tradicional, como lo demuestra que fue el evento con mayor asistencia en España en muchas ediciones.
Ahora, en el marco de la vorágine mercantilista en que vive inmerso el negocio de la música, que ya no cuenta con los ingresos por la venta de discos (pero sí de los royalties) los fondos de inversión han encontrado en estas fiestas colectivas un nuevo nicho de mercado. Ya lo demostraron los dos grandes festivales castellonenses con la compra de The Music Republic -por entonces propietaria de los dos tras un sonado traspaso del Fib en 2019-, por parte del fondo Providence Equity Partners, hace ahora casi dos años.