Esquerra Unida decide su futuro este domingo, con fuertes interrogantes y partida por la mitad. Está moribunda desde que las elecciones autonómicas de 2015 la dejaron fuera de las Cortes Valencianas. El poder municipal obtenido, más de lo que parece, ha quedado desdibujado, sobre todo, allí donde han formado parte del gobierno. Y donde ejercen las tareas de oposición, no han sabido rentabilizar un trabajo que debiera consolidar el espacio que les ha robado Podemos y Compromís a partes iguales.
Se preguntarán, ¿por qué hablar de Esquerra Unida? Pese a la radicalidad y extemporaneidad de algunos de los planteamientos, es justo reconocer que Esquerra Unida ha sido uno de los animadores de la democracia de la Comunitat Valenciana; fundamentalmente, su papel de azote ante los casos de corrupción, mucho antes de que Podemos y Compromís los mediatizaran mejor. Pero perder el centro de la representatividad, les ha dejado desnortados. En el ámbito nacional, no hace falta ni comentarlo: el auge de los morados les ha convertido en un apéndice de Podemos sin apenas variación en su discurso.
En la Comunitat Valenciana, su regeneración arrancó en marzo de 2016, con la elección de David Rodríguez como coordinador y acabó en octubre de 2017 con el polémico viaje a Cuba del camarada, pagado con fondos de la Diputación de Alicante, para despedir al comandante Fidel Castro. Otro año largo perdido. Durante ese periodo, no se supo nunca donde estaba la coalición. Bueno sí. En los municipios, compartiendo, en la mayoría de los casos, el poder con la izquierda. Pero donde eran oposición, fuera de lugar. La misma Diputación de Alicante, donde no gobierna la izquierda, ha sido un ejemplo de cómo Compromís le comido el terreno a EU por no ejercer el trabajo que siempre le correspondió a la coalición de izquierdas: erigirse como la alternativa. Ahora, tome la decisión que tome (en su congreso regional), va detrás de los acontecimientos.