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Gustavo Zerbino: "Todos tenemos una cordillera en la vida; la actitud para superarla marca la diferencia"

El superviviente de la tragedia aérea en Los Andes en 1972 acudió a Opendir con una lección profunda sobre liderazgo, compromiso y sentido de vida ante una audiencia emocionada

  • Gustavo Zerbino, en Alicante.

ALICANTE. Gustavo Zerbino, superviviente del trágico accidente aéreo de 1972 en los Andes, no habla de tragedias. Habla de milagros. De compromiso. De amor. De confianza. Y también, aunque no lo parezca, de empresas. Porque, según él mismo dice, "no hay empresa exitosa sin personas transformadas". Durante su paso por la cuarta edición de Opendir, celebrado en el Adda de Alicante, Zerbino vestía, como él mismo dice, un saco con el emblema del trébol de su equipo de rugby; aquel con cuyos compañeros compartió el desafortunado viaje desde Uruguay hacia Chile que no aterrizó donde debía. Y lo hace siempre para honrar y mostrar cómo lleva consigo a sus amigos. Lo muestra en su chaqueta y en la corbata, pero los lleva dentro. El uruguayo no se limitó a relatar una historia de supervivencia. Hizo mucho más: llevó al auditorio a una reflexión colectiva sobre propósito, resistencia y responsabilidad, interpelando a cada asistente con una energía directa y serena. Ediciones Plaza, junto con otros dos medios, ha podido hablar con él en el marco de esta intervención.

"Vine a plantar una semilla de esperanza e ilusión en todos los empresarios y CEO de Alicante”, expresó. Lo dijo con la convicción de quien sabe que la palabra tiene poder, porque en la montaña, cuando ya no quedaba nada, solo las palabras, el contacto y la determinación mantenían con vida a su equipo.

Zerbino regresó a Alicante después de muchos años, invitado por Eva Toledo, presidenta de Círculo de Directivos de Alicante, a quien agradeció haber insistido. "Fue prácticamente imposible que yo esté acá, pero como digo siempre: lo imposible es solo un rato más". Esta filosofía, que aprendió con 19 años en la nieve a 40 grados bajo cero, es la que hoy comparte con líderes empresariales en todo el mundo.

  • Gustavo Zerbino, en Alicante. -

Su relato empieza siempre por lo esencial: bajar el volumen a la mente y conectarse con el corazón. "Cuando uno se da cuenta lo vulnerable que es, empieza a valorar cada segundo. Cada día es un regalo. Vivíamos cada instante con la intensidad de saber que podía ser el último".

Zerbino insiste en que no hay que esperar una catástrofe para cambiar. "La vida no es un suceso, es un proceso. La metamorfosis requiere dejar morir algo para que nazca otra cosa. En los Andes dejamos de ser adolescentes para convertirnos en un equipo dispuesto a luchar hasta el final".

Entre los asistentes al foro, muchos reconocieron el impacto que causó su intervención. No tanto por lo que dijo, sino por cómo lo dijo. Con pausas. Con silencios. Y con frases que aún resonaban después de su salida del escenario:

"Todos tenemos una cordillera en la vida. Lo importante es qué actitud tomamos ante ella". 

"Lo único que produce resultados en la vida son las acciones. Para descansar, tenemos la eternidad".

Durante una breve conversación con este medio tras su charla, Zerbino reflexionó sobre cómo encontrar el propósito personal y profesional. "Cuando no lo encuentras, ya sabes que lo que estás haciendo no lo es. Eso es información. Hay que seguir buscando".

También recordó cómo gestionó emocionalmente los momentos más difíciles. "Estar vivos ya era motivo de celebración. No sabíamos qué pasaría un segundo después, pero confiábamos. Éramos un equipo. Aprendimos que solo se llega más rápido, pero acompañado se llega más lejos".

Y si hay un valor que atraviesa toda su visión es la confianza. "Es el capital más valioso. La confianza genera resultados. Pero hay que cuidarla. Se construye en años y se pierde en un segundo".

Desde esa visión, Zerbino conectó con el tejido empresarial alicantino. "Construyan desde sus empresas, desde Alicante, el punto de apoyo para transformar este país. Un país libre de quejas. La queja es el deporte nacional. Hay que reemplazarla por la gratitud, por la acción".

Antes de despedirse, Zerbino quiso dejar claro que su mensaje no viene del dolor, sino de la alegría de haber transformado esa experiencia. "Hoy sigo cumpliendo una promesa. A cada madre le llevé un recuerdo de su hijo. Ese fue mi combustible. Porque vivir sin propósito es como estar muerto en vida".

En el cierre de su intervención, pidió al público que repitiera en voz alta: "Perfectamente bien". Una frase que utilizaban en los Andes como mantra colectivo. El auditorio, en silencio unos segundos antes, estalló en sonrisas. Porque a veces, lo que se dice, cuando se siente, transforma.

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