VALÈNCIA. La serie White Lotus dijimos en esta casa que era una comedia muy agradable. Sobre todo, porque mejoraba. La primera temporada estaba bastante domesticada, pero en la segunda, su autor, Mike White, se atrevió a tocar muchas más teclas del piano y la melodía era fastuosa. Si a esto le sumamos el reconocimiento que ha recibido Jennifer Coolidge, posiblemente la actriz más brillante de todo el reparto, y que Kim Kardashian ha fichado a Simona Tabasco y Beatrice Grannò, las dos prostitutas italianas de esta última temporada, Lucía y Mila, para vender su ropa interior y braga-fajas, pues ya no cabe duda alguna de que nos encontramos ante un bombazo audiovisual termonuclear.
Sin embargo, últimamente yo no la he tenido presente por la consolidación de su éxito. A mí me ha venido a la mente después de ver El triángulo de la tristeza de Ruben Östlund, cinta nominada a los Oscar como mejor película y como mejor guión. Su director, sueco, ya sabe lo que es la entrega de egregios pisapapeles porque a su anterior película, The Square, le dieron la Palma de Oro en Cannes en 2017, y ha repetido con esta en 2022.
En su día, hubo detalles que me gustaron de The Square, pero no tantos como para sumarme al entusiasmo general. Ahora, después de ver la última y la anterior, Fuerza mayor, de 2014, entiendo plenamente el humor de su director e incluso lo comparto. Su arma más empleada es la vergüenza ajena, aunque si se quiere puede denominarse incomodidad u otros términos más finos. La idea es hacer pasar un buen mal rato al espectador.
En El triángulo de la tristeza no abandona la senda de sus anteriores películas, pero podríamos decir que es en la que más persevera. Puesto a criticar la superficialidad de nuestro tiempo, la impostura del dinero y todo lo que nos da asco de la vida a la mayoría, que luego somos bien superficiales y nos encanta el dinero en el bolsillo propio, ahora ha disparado al tentetieso: dos influencers se van a un crucero de máximo lujo donde conocerán a personajes obscenamente ricos.
Es ahí donde, después de ver White Lotus, se observa una tendencia. Prácticamente un género. Porque venimos también de otro exitazo en el mismo campo de batalla, Succession. El objetivo es ridiculizar hasta la caricatura grotesca a la gente que tiene mucho dinero, al 1% obscenamente rico. De toda la vida a las clases populares les ha gustado ver en la pantalla a los ricos con sus cosas, era el género de amor y lujo, o el subgénero de los ricos también lloran. Cualquier cosa que permitiera soñar catódicamente hablando con sus riquezas y evadirse un poco de realidades más modestas.
Eso me lleva a preguntarme si estos formatos están pensados para las clases populares, como venganza en un mundo cada vez más desigual, o si por el contrario han encontrado su filón en un público educado y con dinero que consigue expiar sus complejos de acomodado con estos groseros millonarios que le permiten pensar: "ah, yo no soy como estos".