VALÈNCIA. Una de las ventajas de la era de la información, el siglo XXI o como quiera llamarlo, es que cada ciudadano puede crear su propia burbuja y vivir aislado de las manifestaciones artísticas e incluso de las noticias de lo que no le interesa. De esta manera, en una misma familia, una generación puede seguir los problemas de Kiko Rivera, Paquirrín, con Isabel Pantoja, su madre, otra generación puede fruncir el ceño con la penúltima de Clint Eastwood y comprarse reediciones en vinilo de discos que quiere fingir que fueron sus favoritos antes de Internet y, una tercera generación, estar a sus streamers. Puede que las tres generaciones desayunen juntas todos los días, hablen y cotilleen, pero sin que sus respectivas esferas de intereses entren en contacto. Los moralistas de la cultura sufren ante esta fragmentación, pero muchos no saben por qué, en caso contrario no serían moralistas de la cultura.
Dicho todo esto, antecedentes. Kiko Rivera ha repudiado a su madre. Ha dicho de todo sobre ella públicamente en un espectáculo bochornoso que, sin embargo, ha captado la atención de miles de espectadores. ¿Por qué? Por dinero. ¿Por dinero merece la pena rebajarse así? Él sabrá. Igual luego la tonadillera y él cuentan juntos los billetes en un sótano después de cada programa y se toman unos pelotis programando las siguientes declaraciones.
Desconozco si la Casa Real británica ha sido cegada por el brillo del clan de Cantora, pero la noticia del siglo que acaba de llegar Buckingham Palace podrá estar muy perfumada, pero es tres cuartos de lo mismo. La tienen en seiscientas páginas en el libro En la sombra (Plaza & Janés, 2023). Eso sí, para entender lo que ha pasado hay que esforzarse un poco más que en un Sálvame cualquiera. Harry, duque de Sussex, padre y filántropo, se ha apartado con gran escándalo de su familia, de la cual había sido subrepticiamente expulsado en una trama que habría que elevarla al nivel de complejidad de una gala del concurso Gran Hermano.