ALICANTE. Los sucesivos Planos de Alineaciones, Planes Generales, Planes Parciales y diversas reurbanizaciones y rectificaciones de fachadas y rasantes se han llevado por delante plazas, calles, jardines y parcelas. A su vez, se han creado nuevas plazas sobre viejas tramas urbanas de callejones insalubres, como es el caso de San Cristóbal o se han abierto nuevas avenidas, como el tramo inicial y final de la Rambla. Poco a poco la trama urbana se ensancha, se abre y ventila. Todo esto tiene su lado bueno, obviamente, pero estas obras se llevan por delante rincones del Alicante antiguo. Que no por antiguo tiene que ser siempre mejor, pero que destilan ese aroma a tiempos pasados. Un aroma, sea dicho de paso, no siempre es saludable.
Si uno baja por la calle Canalejas en dirección a la plaza que alberga el monumento a este benefactor de Alicante y provincia pasa, sin darse cuenta, por el último vestigio que queda del callejón de San Isidoro. Entre los números 6 y 8 de esta antiquísima calle se observa un estrecho pasaje cerrado con una persiana metálica. Si nos fijamos bien vemos que la casa número 6 (accesorio) de Canalejas tiene ventanas a este pasaje. A día de hoy este es el último recuerdo que queda de esta pequeña calle que unía las de San Quintín (actualmente Lanuza) y las Bóvedas (hoy Canalejas) y que desde 1852 llevaba el nombre de San Isidoro.
El barrio de la Buda
Esta centenaria calle conocida en sus orígenes como calle del Almacén de los Cordeleros del Esparto, era una de tantas que existían en el entonces conocido como Barrio de la Buda. Era un humilde barrio de pescadores y esparteros anexo al de San Francisco. Desapareció al rectificarse y modificarse la trama urbana de la fachada marítima, quedando unido al primero e integrado en él.
Tal y como nos contó nuestro amigo el divulgador etnobotánico Daniel Climent por correo electrónico, el propio nombre de la buda haría referencia al acto de calafateo de una barca. A la hora de fer la buda se usaba una planta denominada boga, bova o balca que se introducía en las juntas de los tablones antes de calafatearlos. Práctica que sería muy común si, como decimos, en el barrio residían pescadores. Esta planta es también usada por estereros y aún podemos verla trenzando los asientos de las sillas antiguas.
Las calles que formaban aquel pequeño barrio llevaron hasta mediados del siglo XIX los nombres de Bóvedas (Canalejas), Virgen de los Desamparados, la Pelota (Antonio Galdó Chápuli), el Arquet o los Arcos (luego Almas, San Quintín, hoy prolongación de Lanuza), Buda (hoy parte de Lanuza), Honda (Valdés), Pantoni (Santiago), Troncos (Velarde), los Limones, Parador (el Cid), el Babel (Rafael Terol), las Esteras (la de San Isidoro que nos ocupa), Orito, Lorito o Virgen de Lorito (absorbida por la prolongación de San Fernando) y la calle del Mar (fachada a la Explanada). Además existía una plaza hoy desaparecida denominada San Carlos.