VALÈNCIA.- Por increíble que parezca, la vida de Andrés Massa cambió cuando conoció a un auténtico viajero espaciotemporal. Como diseñador gráfico, y con veinte años de experiencia al frente de su empresa Bluminson, nunca se imaginó la importancia que tendría su vida el cruzarse con el escritor madrileño Enrique Gaspar y Rimbau quien, fallecido en Francia en 1902, se ha convertido en el codirector de un proyecto editorial (Gaspar & Rimbau) que comenzó casi por casualidad y que va camino de convertirse en la referencia de la ciencia ficción del tránsito del siglo XIX al XX. La historia, tan extraña como real, se explica fácilmente: Gaspar y Rimbau fabricó en 1887 la primera máquina capaz de viajar en el tiempo.
Todo empezó hace unos años cuando, por casualidad, Massa descubrió que los viajes temporales (como género literario) no nacieron ni en Inglaterra ni de la imaginación de H. G. Wells en 1895, sino que el pionero fue un escritor y diplomático español quien, en 1887, publicó El anacronópete, una novela concluida por él seis años atrás y que pasó sin pena ni gloria. El libro (en realidad, una zarzuela que nunca se llegó a estrenar) seguía las andanzas del inventor zaragozano Sindulfo García y su sequito (que incluye a una escolta de húsares y varias francesas de «vida alegre»), que van remontándose en el tiempo hasta el día de la creación, y en el que no faltan las paradojas temporales o reflexiones sobre cómo afectaban al presente los cambios en el pasado.
«La primera vez que oí hablar del libro lo quise leer… ¡y no estaba disponible! Al final conseguí una versión en la Biblioteca Nacional y como aquí [se refiere a su empresa] estamos acostumbrados a hacer libros decidí hacer una edición por si a alguien más le apetecía leerlo», explica. Pero pensó «si lo voy a hacer, voy a hacerlo bien» y, por trescientos euros, consiguió una primera edición de una tienda de libros antiguos en Argentina.