ALICANTE. En el libro Sangre, sudor y vísceras. Historia del cine gore» (Ed. La máscara, 1996), Manuel Valencia y Eduardo Guillot escribían el género gore tal que así, “se caracteriza por un intuitivo sentido visual, con múltiples escenas de acción y violencia, uso abundante de litros de sangre artificial, con diferente gama cromática, teatraliza la mutilación mostrando escenas de vísceras desmembradas con lujo de detalles, órganos al aire, amputaciones, decapitaciones, entre otros”.
Una definición muy acertada. En Alicante existe un festival, Navidades Sangrientas, que está influido por ese hemoglobínico movimiento, que bebe directamente de sus preceptos y virtudes. Navidades Sangrientas lleva quince ediciones, pero se hizo grande en 2010 con la presencia de invitados de la talla de Ruggero Deodato (Holocausto Caníbal, 1980) o Lloyd Kaufman (“El Vengador tóxico”, 1984). En aquel año, las miradas de los amantes del cine gore y de terror se tornaron hacia Alicante. El prolífico artífice de éste festival es el director alicantino Manolito Motosierra (41).
Un director con un apellido tan truculento, y heredero de la seminal La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974), no podia dedicarse a otra cosa que no fuera al cine gore. Manolito nos atiende con simpatía, algo que los neófitos en el género no esperarían encontrar. Motosierra nos relata sus pinitos en el tan bello arte plasmático, “comencé viéndolo con 6 años -comenta el director - gracias a los videoclubes. Todos los fines de semana me acercaba y buscaba las películas que tuvieran una carátula llamativa donde aparecieran monstruos. El gore vino años más tarde, en el instituto, cuando unos amigos alquilaron Mal gusto (Peter Jakson, 1987), a partir de ese momento (también tuvo que ver algo la revista Fangoria, cuando apareció en 1991) me dije que “yo quiero hacer ese tipo de cine cutre y sangriento”. Los videoclubes formaron a los jóvenes de los ochenta y noventa, en un amalgama de géneros inconexos y arbitrarios, elegidos para el alquiler, en su mayoría, por las portadas.
“Los videoclubes fueron la principal fuente de información que teníamos a principios y mediados de los 80. Si querías ver una película de gÉnero tenías una cita obligada con ellos”
Otra de las piedras angulares de la efervescencia de dicho género, sin el concurso del inexistente Internet, fueron los fanzines, a los que el director les tiene un especial cariño, “el tema de los fanzines –comenta- abrió mas puertas al conocimiento de la materia, pues cuando conseguías uno, en ese mismo, se anunciaban otros, por lo que era una especie de cadena. La mayoría de ellos tenías que comprarlos por correo, al igual que muchas películas de las que jamás hubieras tenido constancia de su existencia. Naturalmente piratas y en VHS”. El tan añorado VHS llenó la vida de millones de chicas y chicos con una voracidad cinéfila insaciable. En algunos casos, como el que nos ocupa ahora, no solo se satisficieron del visionado de las películas, sino que generó el interés por su realización.