ALICANTE. La historia de admiración entre el bailarín alicantino Carlos Peñalver y su mentor isralí Sharon Fridman surge hace un par de años. "Lo conocí en un workshop que hizo en Madrid; siempre lo he tenido muy en mis ojos", relata Peñalver. "A la semana, Sharon anunció en Facebook que necesitaba un bailarín para una obra suya dentro del festival Dansa València". El coreógrafo alicantino —director de la compañía de danza Over&Out, entre otras muchas responsabilidades— fue el escogido. "Me inspiro mucho en él: tengo una libreta que es solo de Sharon Fridman; todo lo que habla lo tengo anotado". Algo sensorial, explica. Al movimiento y a las imágenes que crea, a los paisajes, su manera de enfocar el arte. "Es una conexión intangible, difícil de explicar. Como una atracción de amor, incluso", confiesa Peñalver.
Y de ese sentimiento nace precisamente Punto a.k.a. Punto, el espectáculo de ambos que está previsto que se estrene en el Paraninfo de la Universidad de Alicante con nueva fecha, a falta de confirmación —se fijó para el 25 de marzo—, tras ser aplazado a causa de la cuarentena. Espacio, el de la universidad, en el que Peñalver desarrolla su creación como director del Aula de Danza. "Hace años que hacemos cursos y workshops juntos por el mundo. Me lleva con él. Sharon estuvo planteándose volver a las tablas, ya que quería dejar de bailar", reconoce el bailarín alicantino.
Explica que el israelí —doble Premio Max, al Mejor Espectáculo de Danza de 2015 por Free Fall (Cía. Sharon Fridman) y a la Mejor Coreografía de 2019 por Erritu (Cía. Kukai Dantza), entre otros— se estaba dedicando solamente a la coreografía en los últimos tiempos. Y de este pretexto nace precisamente el espectáculo, con un fuerte sentido pedagógico, y que prevé viajar a otras universidades de España. "Decidió subirse de nuevo a los escenarios y componer un dúo conmigo, en el que cuenta su técnica, que ha desarrollado en sus diez años de investigación o más", avanza Peñalver. Una creación única, casi en directo —contempla partes de improvisación—, que recoge esas "pautas de contacto" que son el trabajo de Fridman, y donde sucede "la magia", concluye.
La actuación pretende contemplarse con la proyección de la película-documental NIDO. Una obra que ha llevado al bailarín israelí por diversos puntos del mundo —desde Cali hasta Hong Kong, pasando por París, con la cita próxima prevista para Jerusalén-, donde recluta a gente local, sean o no bailarines, para generar una comunidad y crear una obra en algún lugar representativo. "Lo bueno de la danza es que, al final, el lenguaje que utilizamos es el del cuerpo; cualquier persona puede hacerlo, sea cual sea la capacidad que tenga", asegura Peñalver. En este sentido, el alicantino recuerda que su compañero acaba de llevar a cabo una obra en Israel con siete u ocho participantes, todos ellos con alguna discapacidad física. "Ha hecho algo brillante; el trabajo de Sharon, que es tan humano".