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El mayor portacontenedores del mundo, el MSC Pamela

Patadas, líos y cintas de vídeo

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VALENCIA. Hoy se acaba el culebrón entre el Barça y el Madrid, al menos sobre los terrenos de juego. Sin embargo, la polémica se alargará en el tiempo con una imparable cadena de acusaciones, recursos, y un sinfín de reacciones más o menos salidas de tono. Fuego cruzado entre las dos superpotencias del fútbol español que han alimentado su enconada rivalidad de forma exagerada con esta sucesión de enfrentamientos, cuatro partidos que hasta el momento han dejado un balance equilibrado: un triunfo para cada uno y un empate.

Los barcelonistas salen mejor parados salvo que esta noche salte la sorpresa en el Camp Nou. Virtuales campeones ligueros y presuntos finalistas de la Champions, la derrota copera en la final de Mestalla queda compensada por los otros éxitos. La conquista de la Copa del Rey era una asignatura pendiente del madridismo aunque le sabe a poco al insaciable Florentino Pérez.

Pero al margen del balance deportivo, el estruendo mediático que ha acompañado cada encuentro ha impuesto su ley. Se ha caldeado el ambiente antes y después de cada partido, se han sobrepasado todos los límites y el conflicto ha trascendido fronteras hasta llegar a la jurisdicción de la UEFA. Ambas instituciones se han enzarzado en el césped y en los despachos. Durante cada uno de los choques hemos asistido a un amplio recital de patadas, provocaciones y un sinfín de marrullerías.

En el apartado institucional, cada uno ha jugado sus cartas y ha apelado a sus aliados mediáticos, además de contar con su propia maquinaria propagandística. Así se comprende la atmósfera tan turbia que se ha creado.

La presencia de Mourinho ha sido el detonante de esta guerra total. El entrenador portugués es un especialista consumado en preparar los duelos en la cumbre, ejerce un protagonismo desmedido que se transmite con declaraciones altisonantes que generan una crispación exagerada. A diferencia de la mayoría de entrenadores consagrados, el técnico madridista elige el camino del desafío y la provocación, cuando sus colegas se refugian en la prudencia y el respeto.

Una lástima, porque como entrenador goza de una serie de virtudes innegables y está avalado por una trayectoria magnífica, pero ha permitido que el personaje se imponga y devore al profesional hasta reducirlo a una simple caricatura.

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