Teatro y danza

'Spooky': María Jurado coreografía la película que te montas en tu cabeza

VALÈNCIA. Este sábado, La Mutant en Valencia se transformará en un laboratorio de conciencias con el estreno de Spooky, la última creación de la coreógrafa y performer María Jurado. Una obra que oscila entre la performance, la danza conceptual y el teatro visual, y que propone un viaje a las profundidades de la psique humana a través de los códigos del cine de suspense y el subgénero trash.

El escenario funciona como una metáfora del cerebro humano, donde se proyectan "las construcciones que levantamos sobre nosotros mismos": "Un lugar inquietante, un lugar de cuestionamiento", un espejo distorsionado que refleja las narrativas sociales que asumimos sin cuestionar: "¿Por qué nos sentimos protagonistas de nuestras propias vidas? ¿Por qué seguimos tan a rajatabla construcciones como tener pareja, familia o un trabajo estable?".

El proyecto comenzó como un ejercicio de autoficción, género que Jurado decidió explorar por ser una tendencia en la creación contemporánea y también por interés personal. Sin embargo, lo que inició como un proceso individual pronto dio un giro inesperado: "En cuanto empecé sola, me di cuenta de que era más enriquecedor involucrar a otros". Así nació la dimensión colectiva de Spooky, donde performers, videocreadores, sonidistas y diseñadores espaciales colaboraron en igualdad de condiciones.

"La autoficción fue el primer impulso, pero se transformó en una pieza que nos hace preguntas colectivas sobre el individuo", explica Jurado. El enfoque horizontal, que se ha ido alargando en las diferentes fases de la creación, y en numerosas residencias, quería ser una alternativa a las jerarquías tradicionales de la creación escénica: "Para nosotros, Spooky no es solo una pieza, es una forma de trabajar y de estar en escena". 

Psicosis cinematográfica

Uno de los aspectos más originales de Spooky es su diálogo constante con el cine, particularmente con el thriller psicológico. Jurado aclara que esta influencia va más allá de lo estético: "Materializar el miedo me resulta cómodo; hay una relación directa entre el cine de suspense y materiales del subconsciente".

La creadora menciona referencias concretas como Repulsión de Polanski o el universo de Hitchcock, donde encuentra patrones que traslada a la escena: persecuciones, espacios claustrofóbicos, personajes al borde del colapso. "No se trata de imitar películas, sino de extraer de ellas imágenes que hablen de nuestros propios fantasmas", matiza.

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Esta apropiación del lenguaje cinematográfico se materializa en escena a través de una estética trash, donde los medios técnicos son visibles y forman parte del discurso: "Los dispositivos escénicos intervienen directamente en el espacio, creando una trama fragmentada que genera incertidumbre". Esta decisión de incluir el dispositivo en la escena, por otra parte, hace que el trabajo actoral sea más exigente: "No es solo una improvisación pautada. Estamos todo el rato creando contenido en directo, atentas a inputs de vídeo, luz y sonido". La creadora menciona como referencia el trabajo de Olga Mesa, que piensa en cómo los cuerpos acumulan experiencias en el espacio escénico: "Vamos acumulando saberes dentro del espacio, y nuestro cuerpo tiene que estar disponible para activarlos", explica.

Un espejo para nuestras contradicciones

También la obra pide mucho del público, reconoce la creadora. El espacio, pronto, se alude a abstrarse en "una habitación donde se desgranan capas de la visión que tenemos sobre nosotros mismos y los demás". Pero la pregunta no es gaseosa, sino algo que ronda continuamente en nuestras cabezas: "¿Por qué necesitamos estructuras tan firmes cuando la identidad es un viaje constante?".

 "La pieza es exigente, hay que estar activo, querer ver más allá", advierte la creadora. Pero esa exigencia tiene su recompensa: "Se abre un melón enorme solo con estar presente en el viaje que proponemos".

Al hablar de su proceso creativo, Jurado revela una filosofía artística basada en la honestidad radical: "He hecho un ejercicio de dejar atrás ciertas creencias sobre mí misma y sobre los demás". Esta actitud permea todo el proyecto: "Si algo nos resulta incómodo o ridículo, lo ponemos sobre la mesa y lo hablamos". Esta vulnerabilidad compartida es quizás el mayor logro de Spooky: crear un espacio donde lo personal se vuelve colectivo, donde los miedos privados se transforman en preguntas universales. Como resume Jurado: "Al final, todos nos montamos películas en la cabeza. Esta obra es un intento de sacarlas afuera y ver qué pasa cuando las compartimos".

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