Cultura

Pedro Torres Cotarelo: el alma del realismo que iluminó Alicante

La sala de exposiciones del Palacio Provincial exhibe 'El alma del realismo' con 25 óleos del artista albaceteño y alicantino por vocación

ALICANTE. Un retrato femenino observa en silencio a los visitantes que se acercan con curiosidad a la sala de exposiciones del Palacio Provincial de la Diputación de Alicante. La mujer, de rasgos suaves y mirada serena, es Benita Cotarelo Vera, madre del pintor Pedro Torres Cotarelo. Su hijo la inmortalizó en 1950, y hoy, más de siete décadas después, ese retrato se convierte en la imagen simbólica de una exposición que busca rescatar la figura de uno de los grandes olvidados del realismo español del siglo XX. La muestra, inaugurada este miércoles, 30 de julio, bajo el título El alma del realismo, reúne 25 óleos sobre tabla del artista albaceteño, pero alicantino por vocación, en una retrospectiva íntima y emotiva que podrá visitarse hasta el 31 de agosto.

Pedro Torres Cotarelo (Caudete, 1921 – 2004) representa una de esas trayectorias silenciosas, pero profundamente coherentes. Su vida fue arte y para el arte. Desde muy joven mostró habilidades para el dibujo, realizando ya en la infancia trabajos decorativos en su pueblo natal. La Guerra Civil truncó los sueños de muchos, pero él siguió dibujando entre los escombros, aprendiendo técnicas artesanales de decoración con escayola y dorado. En los años cuarenta dio el salto a Madrid y fue admitido en la Facultad de Bellas Artes de San Fernando, un centro donde se formaron grandes nombres como Antonio López, Carmen Laffón o Lucio Muñoz. Allí absorbió los fundamentos técnicos del academicismo, pero también la mirada sensible que define a los artistas del realismo posbélico: la necesidad de reconstruir no solo lo físico, sino lo emocional.

De vuelta a Caudete, primero, y más tarde instalado en Alicante, Cotarelo se integró en los círculos artísticos de la provincia. De hecho, participó activamente en la fiesta de Fogueres, colaborando en la decoración de monumentos efímeros junto a artistas foguerers y pintores locales. Sin embargo, su gran contribución al patrimonio alicantino fueron los retratos de ocho presidentes de la Diputación de Alicante, encargados por la propia institución provincial, y su participación en proyectos culturales de memoria, como el mural homenaje a los “poetas del sacrificio” en la antigua cárcel. Fue también docente, compartiendo su conocimiento con nuevas generaciones desde la Escuela de Artes y Oficios de Orihuela. En el aula, como en el estudio, su compromiso era el mismo: cultivar la mirada y la sensibilidad.

Redescubrir a un maestro del silencio

La exposición que ahora acoge la Diputación de Alicante, donde se atesoran esos ocho retratos, tiene mucho de celebración, pero también de justicia histórica. Comisariada con el apoyo de sus cuatro hijos —Marina, Pedro, Esther e Isabel—, la muestra recorre las distintas etapas de la producción pictórica de Cotarelo a través de una cuidada selección de obras. Entre ellas, destaca un autorretrato de 1957, en el que el pintor se representa con los utensilios de su oficio, casi como un artesano que reivindica el valor de su trabajo; también el ya citado retrato de su madre, delicado y profundamente humano, que se ha convertido en imagen de portada del catálogo.

“La institución provincial mantiene firme su apoyo a la cultura y a la creatividad. Por ello, es un placer plantear esta propuesta que permite conocer la evolución plástica e intelectual de Cotarelo”, señaló durante la inauguración el diputado de Cultura, Juan de Dios Navarro, subrayando el valor de la muestra en el contexto del arte figurativo alicantino. Por su parte, Marina Torres, hija del pintor, brindó al público un recuerdo: “Hablar de mi padre es evocar una vida entregada con pasión al arte. Amaba la luz, los colores, la belleza de los paisajes. Y eso lo plasmó en cada trazo”. Sus palabras no han sido solo un homenaje familiar, sino también una defensa del legado de un creador que optó por el realismo cuando el mundo artístico viraba hacia lo abstracto, y cuya obra —por momentos costumbrista, por momentos lírica— se mantuvo siempre al margen del ruido y las modas.

Una sensibilidad a contracorriente

El realismo de Pedro Torres Cotarelo no es academicista ni frío; es un realismo impregnado de alma, como sugiere el título de la exposición. Sus retratos buscan la psicología más que la pose. Sus paisajes —algunos inspirados en los campos y cerros de La Mancha, mientras otros captan la luz cálida del litoral alicantino— están cargados de una espiritualidad contenida. En un país donde el arte contemporáneo a menudo ha marginado las formas clásicas, Cotarelo representa a una generación de artistas que encontraron en la figuración una vía de resistencia estética. Como Antonio López en el panorama nacional, Cotarelo en el ámbito local demostró que pintar lo visible también puede ser una forma de decir lo invisible. Redescubrirlo ahora es una oportunidad para reflexionar sobre las narrativas del arte que se construyen desde el silencio. 

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